El día de ayer se cumplieron 15 años del ataque a las Torres Gemelas. Desde entonces, el terrorismo –la utilización del terror o el miedo como método de imposición y negociación política– ha adquirido especial relevancia en el debate público internacional y en la política exterior de las súper potencias bélicas de todo el orbe.

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No obstante, aquella ‘guerra contra el terrorismo’ que emprendió George W. Bush, después de los ataques del 11-S, acusa hoy grandes contradicciones. Curiosamente, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU [China, Francia, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos], son de acuerdo al PNUD, los primeros proveedores de armamento en todo el mundo. En su conjunto, son responsables del 86 por ciento del tráfico y venta de armas que se registra en el orbe. Señala Rodrigo Borja, en su Enciclopedia de la Política, “esto resulta incomprensible desde el punto de vista ético. Los cinco primeros responsables del mantenimiento de la paz en el mundo son, simultáneamente, los cinco más grandes traficantes de armas”. Más aún, es importante destacar que la industria de las armas es la más importante a nivel internacional, para sucederle el narcotráfico (segundo lugar) y el petróleo (tercer lugar).

Estos negocios son los que hoy generan la crisis de seguridad y gobernabilidad en todo el planeta, y en los que los países que se ostentan como defensores de la paz mundial tienen una amplia responsabilidad y rentable participación: en materia de narcotráfico y narcoviolencia, los cárteles de la droga se ven beneficiados por una creciente demanda de narcóticos en los países desarrollados, así como por la venta de armas proveniente de estos países. Las potencias se enriquecen y avanzan en la carrera armamentista de poder, al tener como clientes a gobiernos corruptos de naciones que, en el mejor de los casos, muy poco pueden hacer para evitarlo. De tal suerte que los conflictos armados en Medio Oriente tienen como fondo el control de la venta y explotación del petróleo, a través de ríspidas maniobras geopolíticas que establecen esos cinco países para asegurar su poderío en esa zona, a través de acciones intervencionistas, diplomáticas y armamentistas.

Uno de los principales atributos del Estado, la soberanía, se ha visto desquebrajada por estas estrategias. Aquella lapidaria definición weberiana de que el Estado es el que ejerce el monopolio de la coacción física legítima dentro de un territorio determinado, se observa abiertamente cuestionada por los cárteles de la droga y grupos terroristas [Estado Islámico, p. ej.]. Los supuestos países defensores de la paz mundial son también, en los hechos, los responsables de la inseguridad, inestabilidad  política e ingobernabilidad de las naciones del tercer mundo, estados fallidos y el terrorismo. Todos, clientes asiduos de su prolífico negocio de venta de armas.

gabtorre@hotmail.com