Primero el Brexit, después las elecciones en España. En ambos, el sector de los jóvenes que participó en una importante decisión pública, sufre una inesperada derrota. En ambos, también, las encuestas fallaron. Tanto en el referéndum británico, como en las elecciones en España, los resultados de las encuestas fueron refutados por el misterio de los votos en democracia. Aproximadamente un 75 por ciento de los británicos, menores de 25 años, votaron a favor de permanecer en la Unión Europea. No obstante, con un tres por ciento de diferencia, respecto de los 33 millones de británicos que votaron en el referéndum, se impone la derecha de edad avanzada que votó por el Brexit.

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En España, el movimiento Unidos Podemos, encabezado por Pablo Iglesias, que tiene su nicho de votantes justamente entre los jóvenes españoles, también recibe un revés en las segundas elecciones de España, donde las encuestas afirmaban que desplazarían al PSOE, al disputar al Partido Popular la presidencia y con ello rompería el tradicional bipartidismo. Ayer mismo, algunos diarios en España señalaban a Pablo Iglesias como posible presidente del gobierno español. Nuevamente el misterio de la democracia se impone y los resultados arrojan que el electorado votó, fundamentalmente, por sus dos partidos tradicionales (el PP y el PSOE). De esta forma, ni una alianza entre PSOE y Podemos formaría gobierno. Pablo Iglesias y Podemos se quedan lejos de las expectativas que crearon con su nutrido debate, y pierden un millón de votos. Ante la ratificación de la mayoría relativa de votos para la derecha, representada por el Partido Popular, difícilmente se le negará al PP la posibilidad de formar gobierno, naturalmente con los pactos y compromisos propios de una negociación empujada por la pujanza de los votos. El elector adulto se impuso, mientras que la participación electoral en España disminuye al 69 por ciento.

De esta forma, a pesar de la fuerza de los jóvenes para el debate, fundamentalmente en las redes sociales, en España el bipartidismo tradicional resiste, aunque ningún partido solo pueda formar gobierno. En Gran Bretaña se impuso el voto nacionalista, de electores mayores de 30 años, que con un tres por ciento de diferencia definieron el futuro de la juventud británica. Sucede que muchos de los like’s y retweet’s no se convierten en votos. Los electores jóvenes no han logrado romper la fuerza del sufragio tradicional. Entre debatir y votar, se advierte una brecha que no han sabido cruzar. La paradoja está en que si los jóvenes no creen que la realidad se puede cambiar, entonces no participan de ese cambio, con la fuerza de su voto y el compromiso que deberían. Así que terminan derrotados. Ganan el debate, pero pierden las elecciones, y con ello la posibilidad de reescribir su historia.