Según una nota de la agencia española EFE, en el contexto del Foro Económico Internacional sobre América Latina y el Caribe, Ángel Gurría, secretario general de la Organización por la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), señaló que la desconfianza de los ciudadanos en las instituciones públicas frena el desarrollo en América Latina.

Para Gurría, “la caída de la confianza institucional limita la capacidad recaudatoria de los Estados”. Tres de cada cuatro ciudadanos latinoamericanos tiene poca o ninguna confianza en sus gobiernos, cuando apenas hace seis años, este porcentaje alcanzaba el 55%. El caso es que “ocho de cada diez latinoamericanos cree que su gobierno es corrupto”. De forma tal, que en la lógica del secretario general Gurría, “eso explica que la mayoría de los latinoamericanos vea correcto y justifique no pagar impuestos”. Por lo que, Latinoamérica se encuentra en una “trampa institucional”. Por otro lado, Santiago Levy, vicepresidente para sectores y conocimiento del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), advirtió que “es imposible construir sociedades prósperas en un entorno de bajo crecimiento”. Así que según estos funcionarios, no hay crecimiento porque no hay buena recaudación, y no existe buena captación fiscal, porque las instituciones de los Estados Latinoamericanos no gozan de la confianza de los ciudadanos. El ‘análisis’ se queda chato. Como suele suceder en esas reuniones internacionales y ‘cumbres’, se habla de muchos de los problemas de nuestros países, pero no se aborda –para no evidenciarse- el problema de fondo. Se rehúye hablar de la corrupción de los gobiernos latinoamericanos, y de los altos índices de impunidad. De forma que en estos sesudos exámenes, se deja toda la carga del problema al ciudadano ‘desconfiado’, por la baja recaudación, el ínfimo crecimiento de las naciones y la deficiente calidad de los servicios públicos –destacan salud y educación-. Pareciera que éstos problemas de los latinoamericanos es sólo por falta de confianza en nuestras instituciones. Así suele abordarse el problema en los foros internacionales, donde estos ex funcionarios de gobierno, ven la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio. Básicamente, ocho de cada diez latinoamericanos cree que su gobierno es corrupto, por razones fundadas, absolutamente reales y documentadas. Pero los organismos internacionales parecen eludir el examen de la corrupción impune, que escapa de su ‘estudio’ y estadísticas, al menos durante los ‘foros’ y ‘cumbres’. Naturalmente, los mandatarios ahí reunidos se sentirían muy incómodos si tuviesen que reconocer que el problema que afecta el crecimiento económico, la recaudación fiscal y la calidad de los servicios públicos, tiene su origen en la corrupción impune de los gobiernos que ellos dirigen.