Irrumpió en las oficinas de las Fiscalía General de Jalisco, montado en cólera, y causó una enorme tragedia. Difícil evitar el daño que puede causar un sujeto que está dispuesto a entregar su propia vida. Ocurre igual en Estados Unidos… como en Francia. Países con grandes controles de seguridad que se ven vulnerados cuando un tipo desequilibrado entrega a cambio su vida, si con ello logra causar daño a los demás. Los casos están por todo el mundo. Es realmente difícil detener a quien se resuelve a arrebatar la vida de otros, y asume que en el hecho, perderá incluso la suya.

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No obstante el evidente desequilibrio del “General Águila”, no deja de sorprender el cúmulo de supuestos agravios que expuso para estallar con violencia, mismos que él detalló en más de ¡200 misivas! donde refería la falta de justicia en un proceso que había iniciado ante la Fiscalía. Amenazó en algunas de estas cartas con matar a su dentista, de quien se dijo profundamente lastimado. Amenazó, también, con quitarse su propia vida. Incluso acudió a la Secretaría General de Gobierno para dejar precedente de que su esquizofrenia estaba por llegar al límite. Con todos estos antecedentes, lo más cómodo fue juzgarlo loco. Tal vez como a muchos recurrentes de la procuración de justicia que se ven frustrados por el excesivo burocratismo de estas dependencias en las que las cosas avanzan, sólo cuando detrás hay dinero o poder. Para nadie es un secreto la decepción que significa recurrir a una oficina encargada de recibir una denuncia, o el viacrucis de acudir a una ventanilla a darle seguimiento a un caso, que por lo regular sigue un camino absurdo, injusto, ineficiente y tortuoso.

Nada justifica la violencia brutal del sujeto, nada. Ni la excesiva burocracia, ni los malos tratos a los usuarios, ni la lentitud de los procesos, ni la falta de resultados en la integración de las averiguaciones. Para un acto homicida-suicida de brutalidad, no hay causa o razón que lo explique. Pero en el caso particular de Homero, conocido como el “General Águila”, perfectamente se puede afirmar que había elementos para advertir que estaba en proceso… una bomba de tiempo. Que un sujeto con severos problemas de esquizofrenia dejaba testimonio de sus violentas intenciones, de forma tan explícita como al amenazar con quitarle la vida a su dentista o quitarse la propia como un acto para llamar la atención de las autoridades. Terrible desenlace. Unas trabajadoras inocentes pagaron con su vida la indiferencia de diversas oficinas públicas donde este sujeto dejó, con claridad, el alcance de sus amenazas. Hoy deja su cargo Rafael Castellanos y varios más (afirma MILENIO)… todos, apenas unos chivos expiatorios de frente a un terrible acontecimiento, tal vez incentivado por un problema añejo y estructural en la procuración de justicia.