Imagen: MPR GROUP

En las charlas, análisis o sesudos comentarios sobre la política y los políticos, hoy se advierte una palabra que se ha convertido en un lugar común. Se refieren a ‘la narrativa’. Concepto muy repetido y poco explicado. Citado por los ‘ayatolas’ y los ‘santones’ para explicar igualmente el discurso, la argumentación, la arenga, la disertación, la alocución, el sermón, la diatriba o una simple perorata de uno de esos muchos actores que habla hasta por los codos, sin mayor fuente, lógica, dato o fundamento. Todo se explica, tiene origen y destino, a partir de eso que con mucha seguridad refieren los sensei’s como… ‘la narrativa’. De forma que con este cliché de moda (como el de la ‘gobernanza’), hoy se pretende definir, sin exponer en realidad nada preciso. 

El diccionario define la ‘narrativa’ como “un género literario moderno constituido por la novela, la novela corta y el cuento”. Se refiere a un “conjunto de las obras literarias en prosa, como novelas o cuentos, de un determinado autor, época o lugar”. En suma, la narrativa es “un género literario que engloba la novela y todo tipo de relatos”. Estos escritos, generalmente en prosa, recogen una serie de hechos, explicados por un narrador, que suceden a uno o más personajes que son los que realizan las acciones”. No obstante su preciso significado, la palabra de moda –narrativa- se alude como el secreto del éxito populista de izquierda, y de derecha. De ese que gana elecciones, basado –dicen- en una… ‘narrativa’. 
 
Argumento de neo publicistas, vendedores de futuro y melómanos de la comunicación, la ‘narrativa’ pretende teorizar el éxito del político en la era de la comunicación digital. Extraído como cita del manual del demagogo, se afirma que “sin ‘narrativa’ no hay votos”. Así refieren con prodigiosa seguridad los que dicen que poseen los secretos de la mercadotecnia política digital de redes. Hacedores de triunfos y genios de la construcción política de gobiernos de distintos partidos. De forma que es fácil vender espejos con un concepto que se refiere a todo y a nada. Es parte del argot superfluo de las ‘agencias’ de comunicación que erosionan (eso sí) con éxito los presupuestos públicos mediante fórmulas maravillosas que aseguran superioridad, basada – obvio- en la ‘narrativa’, no en el talento nato de los políticos. Ya no es relevante el discurso, la argumentación, el mensaje, el histrionismo o el contenido: lo verdaderamente importante es construir, dicen con extravagancia, una… ‘narrativa’. 
 
 
¿Qué tiene que ver una narrativa con un discurso populista, contradictorio, ambiguo y de baja significación? Mediante la grandilocuente palabra de la ‘narrativa’, se cubre ahora de profundidad el discurso que simplemente es, en la mayoría de las ocasiones, hueco y pegajoso. Pues flaco favor se le hace al género literario de la novela y el cuento, al equipararlo con las elucubraciones discursivas de los políticos redentores de nuestro tiempo. El caso es que –aseguran-, según el manual del demagogo: mezclando tecnología de la información, encuestas, oportunismo político, lenguaje teatral y magia arrogante, un demagogo puede acceder al cargo más importante de la política, siempre que disponga de una buena… ‘narrativa’. 

 
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