Dos de los priistas que han detentado mayor poder político en Jalisco, quedaron mal parados. En la lista de diputados federales de Representación Proporcional del PRI en la primera circunscripción, Arturo Zamora, ¡líder nacional! de la Confederación de Organizaciones Populares (CNOP), terminó relegado en un onceavo sitio. Mientras que en el listado local de Representación Proporcional del PRI, Francisco Ayón, el Ex Secretario de Educación (y un largo etcétera de cargos mas), no apareció en la lista. Como consecuencia, renunció a su candidatura en el Distrito 08.

En cambio, la jalisciense Hortensia Noroña consigue el sexto lugar en la lista proporcional de Diputados Federales en la primera circunscripción. A la vez que Manuel Alfaro, secretario privado del gobernador, se queda con el cuarto sitio de la lista para diputados locales proporcionales. Ambos actores están distantes del capital político, el poder y el activismo público que tanto Zamora como Ayón detentaron durante los últimos cinco años. No obstante, parece que “la revolución no les hizo justicia”. En ambos existe una constante. Tanto Zamora como Francisco Ayón debieron ser candidatos de mayoría, debido al enorme capital político que sus grupos les permitieron acumular. Bajo su responsabilidad estuvieron fuertes recursos económicos, posiciones para sus allegados en las nóminas estatales y federales, exposición a los medios de comunicación y una agenda propia que en libertad pudieron delinear.

Los dos registran bien en las encuestas, y el PRI se pudo beneficiar de su trayectoria para competir, ahora, bajo estas circunstancias adversas. El caso es que, ambos, deseaban cargos, pero sólo ‘a la segura’. Buscaban la proporcional plurinominal y, además, en las primeras posiciones de la lista. La más elemental lógica indicaría que si se les concedió tanto respaldo político en los últimos cinco años, tanto Zamora como Ayón, debieron construir el activo para asegurar su futuro… con votos. Esos que en democracia se consiguen al hacer política en condiciones óptimas o deseables (con dinero y poder), como las que efectivamente estos dos actores disfrutaron por cinco años, en cargos públicos de gran envergadura para formar equipos, reputación, estructura y capital electoral. Sus respectivos jefes, el presidente de la República (de Zamora) y el gobernador de Jalisco (de Ayón), los alentaron con notable simpatía. Sin embargo, cuando el partido que los llevó al poder los requirió, mismo que les dio amplia visibilidad y activos en la política, ambos decidieron NO competir…

Los primeros lugares de la lista significan un premio. Así es debido a que las primeras posiciones del listado proporcional, determinan también las posibilidades reales de acceso a una diputación, sin tener que competir –y tallarse- por ganar una elección de mayoría. Pero sus respectivos jefes, el presidente de la República y el gobernador de Jalisco -a los que dicen que admiran-, están ahí por que ganaron previamente varias elecciones. El presidente de la República y el gobernador, no llegaron a sus cargos debido a una lista donde los colocó algún padrino. A ellos les tocó abrirse paso en elecciones reñidas, bajo los riesgos propios de la competencia democrática por el poder. Los cargos, recursos y equipos que le confirieron a Zamora y Ayón, debieron ser suficientes para construir su futuro… pero con votos. Esos sufragios que ahora ellos parecen indispuestos a buscar en la calle, debido a un ambiente de competencia electoral feroz, que los inhibe.

La formación política robusta de Zamora, como la de Ayón, está fuera de duda. Su capacidad como operadores, y políticos carismáticos, se refleja en todas las encuestas. Han podido acumular dinero y poder, para no ser, como diría Hank González, pobres políticos. Siempre –hay que subrayarlo- bajo el consentimiento de sus jefes. Sus simpatizantes y seguidores los esperaron ansiosos para competir en el proceso electoral, los consideraron buenas opciones para su partido. Pero, la verdad, ambos no quisieron arriesgarse. Hicieron todo lo posible por no ser candidatos de mayoría. Así que las listas proporcionales pueden ser un premio. Un mal sitio, o no estar en ellas, sin duda también, un castigo…

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