Mediante un estudio realizado en 2016, el Centro de Investigación y Docencia Económicas A.C. (CIDE) y el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), advirtieron la existencia de una correlación entre corrupción y niveles de violencia, es decir, a mayor corrupción mayores niveles de violencia, o viceversa. Todas las encuestas publicadas anotan como principales problemas de los mexicanos, la violencia y la corrupción. La corrupción, como uno de los poderosos detonantes de la violencia. Pero algunos de los candidatos parecen realizar campaña para un electorado que no es el mexicano. Concentran sus esfuerzos en hablar de otros temas, también relevantes, y evadir, en la medida de lo posible, el de la lacerante corrupción que carcome la vida política. La corrupción es tan sólo el resultado de un acuerdo subrepticio entre gobernante [corrupto] y gobernado [corruptor] que tiene la acometida de malversar lo que es de naturaleza pública con el fin de obtener beneficios privados, mismos que de manera legal no podrían obtenerse. Esto es, la suma de ambas voluntades es condición sine qua non para que se dé la corrupción.
La corrupción no sólo implica malversación de recursos públicos, debe también ser dimensionada como un problema que incide de manera perjudicial en la seguridad. La corrupción en México es, en buena medida, origen y causa de este lacerante y trágico problema que nos tiene atrapados, y que guste o no a los partidos y candidatos, es el principal motivo que permea hoy entre los electores para definir su voto. Ese malestar social tiene un fuerte anclaje en una realidad innegable. De acuerdo al estudio “México: anatomía de la corrupción”, los delitos menos castigados en nuestro país, son precisamente la corrupción (98 por cierto quedan impunes) y los vinculados a la delincuencia organizada (90 por ciento, no se castigan). Así corrupción e inseguridad son los dos problemas mas sentidos por la población, mismos que están estrechamente relacionados.
Toda estrategia de combate a la inseguridad en nuestro país debe ser vista como un asunto que tenga por objeto hacer vigente la sujeción absoluta de gobernantes y gobernados al imperio irrestricto de la Ley. Es importante advertir que sin un compromiso político de los más altos mandos del gobierno, no es posible combatir la corrupción. Ni fiscalías especializadas, ni sistemas burocráticos anticorrupción lograrán corregir un sistema absolutamente corrupto de procuración e impartición de justicia, tolerado y alentado por el presidente y los gobernadores, que también son beneficiarios de ese gran pacto de impunidad. Justo por ello, las expresiones políticas que mas se vinculan a la corrupción parecen no encontrar la fórmula. No le demos muchas vueltas, el tema – y la clave- para entender el comportamiento del votante en esta elección, se llama corrupción…
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