Aunque la militancia representa uno de los elementos constitutivos de cualquier partido político, existen muchos institutos políticos, sin militancia. Por ello, en este proceso electoral hemos observado el bochornoso arribo de la farándula a las candidaturas. Lo anterior, en detrimento de los afiliados que dieron lugar a su registro, pero que fueron ignorados para ocupar un cargo de elección popular, para terminar por abrirle paso a quienes dicen sin tapujos, “no sé a qué vengo aquí”.
Incluso, hay políticos que se precian por no militar en un partido, pero que encabezan, demandan y deciden las candidaturas más codiciadas a su interior. En el discurso, detestan públicamente a los partidos, pero en los hechos, se sirven de ellos y sus prerrogativas.
Podrá criticársele por muchas razones tanto al PRI como al PAN, pero nos guste o no, estos son los únicos institutos políticos que, hasta ahora, forman cuadros de políticos profesionales. El Poder Ejecutivo Federal y Estatal, incluyendo a sus respectivos gabinetes, son un fiel testimonio de ello. De forma que el ‘PRIAN’ más que representar la superflua pertenencia a una nomenclatura, es el rasgo distintivo de la política partidista en la selección de sus candidatos y de los titulares en las carteras de la administración pública.
Por otro lado, vemos cómo es que un líder como Kumamoto que, en elecciones pasadas, se declaró el enemigo público de los partidos, irónicamente constituyó uno nuevo. Peor aún, a pesar de haber impulsado la ley #SinVotoNoHayDinero, que entonces fue respaldada por una abrumadora mayoría partidista, ahora fue rechazada por sus autores intelectuales.
De igual forma, MC ha decidido no ir en coalición en estas elecciones, ensimismado en un trivial purismo partidista, que reprueba cualquier expresión política coalicionista. No obstante, en el Congreso -como gobierno- este mismo partido forja amplias coaliciones partidistas que den respaldo, sin mayor debate, tanto a la polémica designación de autoridades (Judicatura p. ej.) como a la aprobación de reformas propuestas por el Ejecutivo. Habría que advertir que las coaliciones partidistas no son únicamente electorales, también son legislativas (por proyecto) y de gobierno. Pero contradictoriamente, reprochan unas, a la vez que reclaman otras.
Otra discusión que debe darse es la relacionada con los diputados de representación proporcional que, una vez en funciones, deciden declararse como ‘diputados sin partido’ o bien cambiar de bancada. Los diputados de representación proporcional, a diferencia de aquellos electos por mayoría, pertenecen al partido. Más aún, este desfase en la representación desvirtúa la voluntad popular expresada en las urnas (correlación de votos y curules). No tiene caso que nuestra Constitución prohíba la sobrerrepresentación superior al 8% de un partido político al momento de aprobarse las fórmulas de asignación de curules por la autoridad electoral, y que después de inaugurarse la Legislatura respectiva, se permita el transfuguismo político sin mayor complicación, mismo que, en no pocas ocasiones, auspicia mayorías ficticias. Como botón de muestra, de 2018 a la fecha, 60 legisladoras y legisladores, de la Cámara de Diputados y el Senado, se han cambiado de grupo parlamentario.