El problema en la gestión del agua para la metrópoli no es un problema reciente; por el contrario, el desabasto del vital líquido nos retrotrae a diversos sexenios en que el ‘cártel del agua’ impulsó proyectos deliberadamente fallidos e inconclusos, que derivaron en la construcción de un sinfín ‘elefantes blancos’. Eso sí, con jugosos negocios ‘al estilo Jalisco’.
La presa El Zapotillo -iniciada en 2009- registra poco más de 30 mil millones de pesos invertidos a la fecha, no obstante, sigue inconclusa, y sin poder funcionar; el eternizado proyecto de El Purgatorio -iniciado en 2009-, apenas registra un avance del 56%, y actualmente exige poco más de nueve mil millones de pesos para poder ser culminado; la presa de Arcediano, es otro elocuente ejemplo, para el que se destinaron casi mil millones de pesos de 2001 a 2009, aunque nunca se construyó.
A lo anterior, agréguese la ‘mala racha’, en términos de estiaje, de la presa Calderón, que hoy registra el nivel más bajo almacenamiento desde 1991 -fecha en que se construyó-, toda vez que a inicios de este mes registró un almacenamiento de apenas 17%; cuando, en 2018, tuvo un almacenamiento promedio superior al 90%. Esto tiene una explicación climatológica: Conagua señala que 2017, 2019 y 2020 han sido los años más cálidos en el país desde 1953. Por otro lado, la importancia de la presa Calderón es tal, que suministra el 13% del agua que demanda el área metropolitana. Hoy, ese porcentaje de abasto simplemente dejó de existir.
El gobernador de Jalisco, en días recientes, señaló que el problema de desabasto de agua que padece actualmente la metrópoli es, antes que un problema de escasez, un problema de distribución. Le asiste parcialmente la razón. Aunque en abono a ello, habría que decir lo siguiente. El mayor problema relacionado con la distribución tiene que ver con las fugas de agua en la red de agua potable. De acuerdo con IMCO “por cada 10 litros de agua distribuida, sólo llegan seis a sus usuarios, y los restantes cuatro se pierden en fugas”. Exactamente lo mismo sucede con el acueducto de Chapala, el principal proveedor de agua para la zona metropolitana, que pierde casi la mitad del volumen de agua extraído antes de llegar a la zona conurbada.
Y, en efecto, no es exactamente un problema de escasez, sino también de despilfarro y desperdicio de agua. De acuerdo con el SIAPA, el consumo diario per cápita de agua en la ZMG es de 221 litros de agua. No obstante, la Organización Mundial de la Salud (OMS), indica que el consumo óptimo por persona ronda los 100 litros de agua diarios. Los habitantes de la metrópoli utilizan un 120% más de lo sugerido por la OMS. Para evitar el despilfarro, las ciudades -entre muchas otras cosas- han implementado inodoros y griferías eficientes en los hogares, por citar tan sólo un ejemplo.
El académico, Arturo Gleason Espíndola, se pronuncia por un sistema de captación pluvial (cisternas) en los hogares que no costaría más de 15 mil pesos en viviendas nuevas; y 40 mil en viviendas antiguas. Desde luego, todos estos mecanismos para el ahorro del agua necesitan de la coordinación, estímulos y apoyos de los tres órdenes de gobierno, y de una nueva legislación para la construcción de la vivienda.
https://www.milenio.com/opinion/gabriel-torres-espinoza/con-pies-de-plomo/los-estragos-del-cartel-del-agua