La polarización y la confrontación no sólo forman parte de un modelo de campaña, sino que constituyen una visión política que se expresa en la contienda electoral. Con 13 partidos en la competencia electoral y ‘las elecciones más grandes de la historia’, figurar durante la cobertura de campaña, hacerse notar, requerirá de un gran esfuerzo. Para cualquier medio de comunicación es de una enorme dificultad dar seguimiento a 13 campañas simultáneas para diputados locales y munícipes, sin considerar las elecciones para diputados federales. De forma que hacerse notar, será todo un reto creativo para los partidos y sus candidatos.
Los políticos, periodistas, autoridades y los académicos se quejan de las campañas de contraste, porque dicen que socavan la democracia, polarizan las competencias electorales y enrarecen el gobierno. Pero cuando los candidatos políticos se atacan mutuamente, generando dudas sobre las opiniones del otro, los votantes y el proceso democrático obtienen beneficios al situar en contraste los argumentos frente al público votante. Si se quiere que las campañas aborden temas relevantes y discutan los problemas reales, tal vez las campañas de contraste podrían ser una solución.
Incluso, la polarización es cada vez más frecuente en cualquier elección que se vislumbre competida y saturada de mensajes. Durante los procesos electorales, el debate acalorado lleva los discursos a niveles exagerados de antagonismo, deliberadamente, con el fin de llamar la atención y aumentar el posicionamiento político de quienes se radicalizan, hasta hacerse notar. Resulta una alternativa para darse a conocer y conseguir un lugar en el debate saturado por una cantidad de candidatos imposibles de cubrir mediáticamente.
Para ello se desarrollan mensajes persuasivos, algunas veces basados en la polarización. Sitúan el acento en el discurso polarizante para maximizar la atención de los votantes, especialmente cuando un personaje no figura con fuerza en las encuestas y se pretende buscar un atajo para hacerlo crecer con rapidez en el ánimo de un sector del electorado.
La polarización busca apelar a los juicios de las personas basados en sus creencias y emociones, busca desarrollar simpatías o animosidades. Es motivador y muy conveniente para mover la intención del voto durante un corto tiempo, lo que produce sesgos muy importantes de percepción social que llevan al electorado a conclusiones animosas sobre el desempeño del gobierno y la oferta política de los contendientes.
Suelen ser provocadores, con un discurso de blancos y negros. Algunos candidatos morderán el anzuelo al contribuir involuntariamente a esa estrategia. Mientras tanto, una cortina de humo se corre en los proyectos inconclusos, fracasos de por varios periodos de gobierno: Chalacatepec, Villas Panamericanas, Puerta Guadalajara-Iconia, Peribus, desabasto de agua potable, combate a la corrupción, inseguridad pública, contaminación, desarrollo inmobiliario no sustentable, personas desaparecidas, deuda pública, etcétera. La polarización llega a funcionar porque los electores se quedan con las declaraciones estridentes y las discusiones más acaloradas. Vamos por dos meses de saturación y las campañas de contraste seguramente estarán presentes. Gabriel Torres
@gabriel_torrese
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