En días pasados, comisionados del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) fueron invitados por las Fuerzas Armadas del Estado Mexicano a hacer un recorrido por el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles. Al final del recorrido, los comisionados hicieron declaraciones sorprendidos por la magnitud de la obra. Probablemente exageraron un tanto, y tal vez la cortesía de sus declaraciones, pudo ser observada como imprudente, debido al momento de polarización del país.
De modo que esto derivó en una polémica y una crítica, que siempre resulta sana. No obstante, llegar al punto de concluir que este acto “violentó”, “comprometió” y “renunció” a la autonomía constitucional del órgano garante nacional, no es sino el resultado de ese análisis cargado de fobias y filias. Acudir a una visita, por invitación de las fuerzas armadas nacionales, no vulnera de modo alguno la autonomía constitucional del INAI.
Asumir por esto, semejante absurdo, es torcer los hechos para querer concluir que, la autonomía constitucional del INAI, debe ser el inexorable enclaustramiento y abandono oficinesco de un órgano de Estado. De forma que, bajo este razonamiento, la independencia de los comisionados del INAI, frente al poder, no se acredita en sus resoluciones, lineamientos, ni criterios, sino en el resguardo ascético del espacio burocrático, tal monje tibetano.
Por ejemplo, en la ceremonia de juramentación, del cargo de presidente de los Estados Unidos, se estila apoyar la mano sobre una Biblia. Seguramente bajo este rasero de análisis, inmediatamente denunciarían la violación del carácter laico de la Unión Americana. O bien, que en el anual ‘discurso del estado de la Unión’, de aquel país, se encuentran sentados en la primera fila los jueces de la Corte Suprema —porque señalarían irritados, con dedo flamígero, la inexistencia en la imparcialidad de la justicia—. Más aún, se sorprenderían al ver que este mensaje del presidente de los E.E.U.U. es interrumpido en varias ocasiones, por extensos aplausos de pie por republicanos y demócratas —y en un par de ocasiones por los miembros de la Corte Suprema—, de forma que supondrían también que eso trastocaría la independencia del Legislativo y Judicial, frente al Ejecutivo.
La autonomía constitucional del INAI no se pierde, ni se sitúa en riesgo por la portación de un chaleco en color lila en esta visita —que no lo compraron sus comisionados, sino que se los pusieron a su ingreso—, ni tampoco por expresiones de franco alago a esta obra. La cortesía, frente al anfitrión, ni quita lo valiente, ni lo autónomo o independiente. Los más elementales protocolos de cordialidad, respeto y reconocimiento acontecen, con normalidad cívica, en cualquier República. Que bueno que en el INAI se observen. La autonomía del INAI, en todo caso, debe justipreciarse en sus resoluciones al momento de tutelar el acceso a la información, como lo ha hecho hasta ahora. Como dato: de 2018 a la fecha, el INAI ha resuelto el 68.9% de los recursos de revisión a favor del ciudadano, en solicitudes de información a la Sedena, y tan sólo en el 11% de los casos le ha dado la razón a esta Secretaría. Por el INAI hablan, claramente, los resultados.
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