Se debe ¿cambiarlo todo de una vez o transformarlo gradualmente? Los procesos fundacionales, parten de cero. Todo lo que sobrevenía antes es arcaico y caduco, todo lo que habrá luego (de lo fundacional), será asombroso, prodigioso y descomunal, porque nace con el político iluminado que lo impulsa. Re-fundar, políticamente, presume volver a moldear las instituciones y los procesos. Refundar es subversivo. Entraña un antes y un después. Un parteaguas para la creación total de un nuevo orden político y jurídico, basado en esa irradiación renacentista. Baraja completamente nueva. Sustituir de raíz el complejo institucional del sistema actual, como término‘sine qua non’ para constituir un nuevo orden de las cosas. En los procesos fundacionales, ocurren con frecuencia movimientos abruptos, no calculados.
De forma que, resulta oportuno preguntarse: ¿qué ritmo y con que velocidad deberían hacerse los cambios en el espacio político? A contrapelo de las dinámicas fundacionales descritas, Rodrigo Borja sugiere que “el gradualismo busca evitar los sobresaltos y las brusquedades en la consecución de los objetivos de transformación efectiva”. Bajo esta tendencia, el cambio ocurre o debe suceder paulatinamente, en forma de gestiones progresivas, ordenadas y bien ejecutadas. Un proceso de transformación parsimonioso, continuado e inequívoco. Un reformismo prologado, extendido, detallado, paulatino y sistemático.
Lo fundacional encarna una vía de conversión sumamente riesgosa para la permanencia del tránsito democrático y para el aseguramiento de las fortalezas, que las hay, en cualquier régimen institucional y político, por más desgastado o vetusto que este sea. La eficacia del subsiguiente orden político, de los cambios o transformaciones, se aseguran con una transición gradual y cuidadosa, que ofrezca certeza de la seguridad política del proceso, tanto del establecimiento, como la consolidación en los cambios para un nuevo régimen construido a través de un periodo de tiempo.
Se trata, apunta Rodrigo Borja, “de ese cambio social programado, paulatino e ininterrumpido, al que acuden algunas sociedades, como la -socialdemocracia europea- para alcanzar sus metas de transformación en la organización social”. El gradualismo es, en esencia, “contrapuesto a lo revolucionario [o fundacional], que se ha fortalecido en el mundo político a partir del colapso de la Unión Soviética y de los demás países marxistas de Europa oriental”.
Las recientes tendencias fundacionales, son parte de esta tendencia por el mesianismo político que, montado en el oportunismo, el lenguaje teatral y una pretendida ‘magia arrogante’; ofrecen, como lo habría hecho Dios, crear de nuevo todo en 7 días. El truco de la teatralización en la política. Rampante de la enfatización en los símbolos y supuestos cambios radicales, por encima -y a gran distancia- de las realidades que debieran sustentarlos. La racionalidad de la transformación política cede a la simplicidad de las frases rimbombantes y espectaculares, carentes de contenido y viabilidad social, que comunican transformaciones profundas o aparentes ‘refundaciones’.
Encerrados en su egocentrismo, han abusado del discurso ‘fundacional’ y, en realidad postergaron las oportunidades de plasmar reformas de gran calado, graduales, oportunas y sustantivas para el gobierno.
Mi columna también la encuentras aquí en Milenio.