El segundo intento de asesinato contra Donald Trump ha intensificado el debate en Estados Unidos sobre la creciente violencia política en los procesos electorales. Este incidente subraya una preocupante tendencia: el uso de la violencia como un instrumento para influir en la política y el clima electoral.

Un análisis del “Council on Foreign Relations” (CFR) destaca que los ataques recientes contra Trump representan un “nuevo desafío” para la democracia estadounidense. Según el CFR, la violencia de naturaleza política se ha vuelto cada vez más común en el ciclo electoral de 2024, con extremistas tratando de silenciar a sus adversarios mediante actos violentos, en lugar de recurrir a los mecanismos democráticos. Los expertos del CFR advierten que, para reducir estas tensiones, los líderes de ambos partidos deben promover un clima político más unificador y dejar de lado las retóricas divisorias.

Foreign Affairs refuerza esta perspectiva al señalar que los intentos de asesinato y otros actos de violencia política se están normalizando en el país. La publicación señala que esto ocurre en un contexto de polarización extrema, en el que el discurso público se ha deteriorado y las amenazas de violencia se han incrementado. Este aumento de la violencia, según la revista, es parte de una tendencia más amplia que incluye ataques motivados políticamente y el crecimiento de grupos extremistas que buscan imponer sus ideas a través del miedo y la intimidación.

De forma similar, “BBC News” señala que los recientes intentos de asesinato marcan un punto de inflexión en el panorama político de Estados Unidos. La cobertura indica que estos eventos reflejan una “nueva normalidad”, en la que la violencia política se está convirtiendo en una constante. Esta situación es particularmente preocupante en un entorno de alta polarización, donde las figuras políticas son cada vez más blanco de ataques tanto verbales como físicos.

Así las cosas, la violencia política está ganando terreno en Estados Unidos, como parte de un panorama más amplio de polarización y radicalización. Esta tendencia no solo sitúa en riesgo la estabilidad democrática del país, sino que también sugiere un preocupante proceso de desinstitucionalización de la política.

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