En el escenario político actual de México, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) se encuentra en una encrucijada muy delicada, provocada por las decisiones de su dirigencia nacional. La más reciente, dar la espalda, anticipadamente, a Beatriz Paredes Rangel en una contienda electoral. Esto le ha generado fundadas críticas y controversia, tanto dentro como fuera de las filas del otrora partidazo. Esta decisión, no solo refleja los múltiples problemas de conducción que está experimentando el PRI, sino que también plantea interrogantes sobre su dirección futura y su capacidad para mantenerse como una fuerza relevante dentro del sistema de partidos.
Independientemente de la debacle por la que atraviesa, el PRI ha sido un partido relevante en la política mexicana durante décadas. Sin embargo, en los últimos años, el tricolor cruza por una serie de problemas que han debilitado su posición y han ocasionado a una profunda crisis de liderazgo. El respaldo del PRI a Xóchitl Gálvez, en lugar de Beatriz Paredes, de forma anticipada y transgrediendo las reglas preestablecidas para la selección, refleja un intento de la dirigencia por alejarse de su propia militancia y abrazar acuerdos cupulares.
Beatriz Paredes, además de militante de este partido, es una política experimentada y respetada dentro del PRI. Hoy ha quedado en una posición delicada tras la decisión de la dirigencia del partido de respaldar, por acuerdos de las élites, una candidatura que pudo haberse legitimado. La discrepancia en la elección de candidato deja entrever fisuras internas y ha formado especulaciones sobre las razones detrás de la decisión. Ninguna buena. Algunos sostienen que Paredes representa el pasado del PRI y que su candidatura podría haber sido un retroceso en la búsqueda de renovación y adaptación a las demandas cambiantes de la sociedad. No obstante, las reglas debieron cumplirse y el proceso debió llegar a su final con las normas previamente definidas.
La decisión apresurada de la dirigencia nacional del PRI ya es interpretada como una señal de división dentro del partido. Esta decisión causa gran controversia y ha planteado interrogantes sobre la unidad interna del PRI, y la legitimidad de su dirigencia en el corto plazo.