El 2 de octubre de 1968, se convirtió en una fecha icónica para la historia de México. Ese día, un movimiento estudiantil que demandó libertades fue furiosamente reprimido por el gobierno en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco. Más allá de la invaluable perdida de vidas humanas, este hecho indujo importantes cambios en el país. La matanza evidenció que el gobierno no dudaría en usar la fuerza para reprimir cualquier disidencia. Esta pérdida de confianza se reflejó en las siguientes décadas en un mayor escepticismo hacia las instituciones y la política del partido hegemónico, acelerando una profunda reforma política que llegó en 1977.

De aquel agravio y derroche de violencia en Tlatelolco, también emergió un periodismo más crítico e independiente en México. Uno alerta a cuestionar y desafiar al poder. Esta nueva actitud del periodismo mexicano, liberó una actuación fundamental en la democratización del país, durante las décadas posteriores. Las universidades mexicanas, especialmente la UNAM, reforzaron su compromiso con la autonomía y la libertad de expresión. Se inició con ello un proceso de reforma académica y administrativa que buscó garantizar la independencia de las instituciones educativas frente al gobierno.

En el ámbito internacional, la efigie de México como un país progresista y moderno (reforzada por los Juegos Olímpicos de 1968) sufrió un duro golpe. Aunque el país logró sostener relaciones diplomáticas estables, la sombra de los sucesos en ‘Tlatelolco’ pesó en la percepción internacional por años. A la vez, la represión condujo a la consolidación de un tejido social más crítico y organizado. Sectores antes apáticos o despolitizados empezaron a involucrarse activamente en causas sociales y políticas.

Tlatelolco inspiró una serie de obras literarias, cinematográficas y artísticas que evidenciaron la represión, y reflexionan sobre el rol del individuo en sociedad. Esta efervescencia cultural dio origen a una generación que usó el arte como medio de protesta y memoria. La matanza de Tlatelolco no es solo una fecha en el calendario o una página en los libros de historia. Es una herida abierta en el corazón de México, pero también es un recordatorio de la resiliencia de su gente y de su capacidad de transformación. 

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