En la Guadalajara contemporánea, la vivienda ya no es un derecho, sino un privilegio. La ciudad se ha convertido en el campo de batalla de múltiples disputas territoriales, donde el despojo tiene nuevas formas y los mecanismos de exclusión urbana son cada vez más sofisticados. Mientras se construyen más viviendas, Guadalajara ha perdido más de 260 mil habitantes en las últimas tres décadas. Un aparente sinsentido que, en realidad, responde a un patrón de expulsión silenciosa: mercados inmobiliarios cerrados y una especulación voraz.
El estudio del Instituto Jalisciense de la Vivienda (Ijalvi) es contundente. Existen más de 47 mil viviendas en Jalisco que están en condición de ‘irregularidad’. De ellas, 15 mil 510 se concentran en el AMG, reproduciendo una geografía del abandono institucional. Municipios como Zapopan, Tlaquepaque o Guadalajara aparecen como epicentros de este fenómeno, donde la urbanización desregulada y la migración interna hacen de la informalidad una norma. A ello se suma la negligencia histórica de los gobiernos municipales, incapaces de controlar el uso del suelo o de garantizar condiciones mínimas de urbanización.
Según la Guía financiada por el Imeplan (2023), cerca del 24% de la población del AMG habita en asentamientos irregulares, muchos de ellos sobre basureros, cauces o zonas con alta vulnerabilidad. Estos espacios concentran riesgos ambientales y sociales como inundaciones, violencia, exclusión. Son zonas fuera del radar del gobierno, pero funcionales al modelo extractivista de las ciudades.
En paralelo, entre 2021 y 2024, el número de rentas de corta estancia tipo Airbnb, en el AMG, se multiplicó por trece. Hoy existen más de 11 mil 300 espacios destinados a esta modalidad, concentrados en colonias tradicionales como la Americana, Chapalita o San Juan de Dios. El fenómeno no es menor. Se ha reducido la oferta de vivienda para habitantes locales, encarecido las rentas y desplazado comunidades enteras hacia la periferia.
Lo más alarmante es que el modelo Airbnb se verá intensificado por la celebración del Mundial 2026. Con el respaldo del gobierno estatal, se prevé una inversión de 10 mil millones de pesos para construir 38 nuevos hoteles. Jalisco ya es el segundo estado con mayor oferta hotelera, y aun así promueve un crecimiento orientado al turismo global y no al bienestar urbano. Airbnb, aliado de la FIFA, lo vende como una oportunidad para “vivir experiencias inolvidables”; pero para miles de tapatíos, la experiencia será… la del desplazamiento.
Rajagopal, relator de la ONU, advierte que las plataformas de estancia corta no crean la crisis de vivienda, pero la agravan cuando ya existe. La raíz, señala, está en el descontrol sobre el precio del suelo. Y tiene razón, donde el suelo se privatiza y se convierte en mercancía, la ciudad deja de ser espacio público y se transforma en botín.