El resultado electoral de ayer en Alemania evidencia una reconfiguración profunda y sin precedentes del mapa político nacional. La victoria arrolladora de la unión conservadora CDU/CSU, coronada por la obtención de entre un 28.5 % y un 29% de los votos, marca el retorno a un modelo de gobernabilidad basado en la tradición demócrata cristiana, en un contexto en el que la alta participación—superior al 83% de casi 59 millones de votantes—refleja el clamor ciudadano por cambios estructurales. Este triunfo no solo simboliza el fin de la efímera coalición semáforo, compuesta por el Partido Socialdemócrata, los verdes y el Partido Demócrata Liberal, sino que se erige como un mandato electoral para repensar la gobernabilidad en una Alemania, que se enfrenta a desafíos económicos y geopolíticos de gran envergadura.

El regreso de un gobierno demócrata cristiano ocurre en un momento en que la economía alemana atraviesa una recesión prolongada, y se ve presionada por la necesidad de reformas profundas en materia de migración. La urgente convocatoria a la formación de una coalición estable adquiere una dimensión casi existencial, en tanto se percibe que el futuro inmediato de Alemania y, por extensión, de Europa, depende de la capacidad del nuevo gobierno para responder a estos retos.

Paralelamente, el ascenso de Alternativa para Alemania, partido que se identifica con la ultraderecha, y que ha logrado duplicar sus votos respecto a comicios anteriores, constituye un factor de presión. La consolidación de esta fuerza opositora representa un fenómeno dual: por un lado, refleja el desencanto de amplios sectores del electorado con la política tradicional, y por otro, plantea la posibilidad de que discursos radicales se impongan en el debate público. 

La reconfiguración de la política alemana, a partir de estos comicios, no es un mero cambio de guardia, sino una transformación que implica repensar el modelo de gobernabilidad en un tiempo marcado por desafíos estructurales y la amenaza latente de la radicalización política. Los resultados de esta elección se erigen como un punto de inflexión que, en medio de tensiones políticas y militares internas y externas, invita a la reflexión sobre el futuro de la política en Alemania y en Europa.


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