En el Área Metropolitana de Guadalajara, el acceso al agua potable está dejando de ser un servicio básico garantizado para convertirse en una carrera de resistencia. Cada vez es más común que cientos de colonias enfrenten bajas presiones o cortes prolongados, sin una explicación clara, o peor aún, con la normalización de lo inaceptable. Lo preocupante es que detrás de esta crisis no solo hay infraestructura hidráulica obsoleta, sino una causa estructural aún más grave, la reducción sostenida de la inversión pública en energía eléctrica, particularmente por parte de la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
La relación entre electricidad y agua es directa y determinante. Sin energía no hay operación de plantas de bombeo, cárcamos, tanques ni potabilizadoras. El agua, en buena medida, también fluye por los cables. Cada apagón no solo apaga focos, también paraliza el abasto. Tan solo en el último año, los cortes eléctricos provocaron fallas graves en plantas estratégicas como la de Chapala o Miravalle, afectando a más de 250 colonias. En enero de este año, un apagón en Chapala interrumpió el bombeo desde el lago, dejando sin agua a 195 colonias del AMG. Y apenas este mayo, más de 140 mil personas en Tlaquepaque y Tonalá sufrieron baja presión por fallas eléctricas en el sistema de bombeo oriente.
El problema es sistémico. De acuerdo con datos de México Evalúa, la inversión promedio en la CFE cayó 21% respecto al sexenio anterior. La partida para generación eléctrica se redujo casi a la mitad, y también disminuyó la inversión en transmisión y distribución. ¿Consecuencia? Más apagones, mayor vulnerabilidad del sistema hidráulico.
En 2023, Jalisco registró 171 reportes de apagones en más de 20 municipios. La mayoría ocurrió entre las 18:00 y 22:00 horas, justo en el pico del consumo. Los cortes ya no son anecdóticos, son estructurales. Y cuando impactan en plantas que bombean millones de litros diarios, dejan sin agua a comunidades enteras.
Paradójicamente, mientras se reducen los recursos para la CFE, los Productores Independientes de Energía (PIEs) han tenido que llenar el vacío. En 2023 produjeron la mayor cantidad de energía de la que se tenga registro. Esto refleja no solo la dependencia creciente del sector privado, sino el abandono deliberado de la infraestructura pública.
La solución no puede ser reactiva, ni fragmentada. Se necesita una inversión estructural en energía eléctrica y sistemas hidráulicos de respaldo. Lo han dicho expertos como Josué Sánchez Tapetillo y Juan Pablo Macías. Sin diagnósticos técnicos, mantenimiento constante y equipamiento moderno, los apagones seguirán desconectando el agua. Estamos frente a una crisis en cadena. Sin electricidad confiable, no hay abasto hídrico seguro. Sin agua, colapsan la salud pública, la productividad y la calidad de vida urbana.
https://www.milenio.com/opinion/gabriel-torres-espinoza/con-pies-de-plomo/apagones-que-secan?