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Enrique Alfaro comunicó su decisión, se queda a terminar su mandato como gobernador de Jalisco. No será -dijo- candidato a presidente de la República, tampoco a senador. Aprovechó el anuncio -y la expectativa sobre su decisión- para hacer una mordiente crítica a la conducción de Movimiento Ciudadano como partido político nacional. También, a la construcción de la ‘Alianza Opositora’ (lo que sea que eso signifique ahora). Reiteró, además, su deseo de que exista una oposición eficaz al partido del presidente López Obrador, y, se dijo, dispuesto a contribuir en esa tarea.

El líder indiscutible del ‘alfarismo’ pintó su raya respecto a la conducción del partido que los ha cobijado, y expresó su convicción de concentrarse en cuidar el futuro de su expresión política, independientemente de partidos y frentes. Su tarea será fundamentalmente en Jalisco, cara al 2024. Como Mao Zedong, líder del ‘maoísmo’, destacó el énfasis en cuidar y fortalecer su propia fuerza política, como un elemento clave para el éxito en el futuro. La unidad interna y la lucha contra los ‘desviacionismos’ (aquellos que se apartan de la ortodoxia del‘líder’) son algunas de las características del ‘maoísmo’, que buscó la cohesión y la fuerza de su movimiento.

Al centrarse en cuidar su propia fuerza política, el ‘alfarismo’ buscará un crecimiento político seguro, y ajusta la apuesta para alcanzar sus objetivos político-electorales, atento particularmente a los ‘desviacionismos’.

La decisión de Alfaro de aplicarse a fondo en Jalisco, resulta una pésima noticia para los que encabezan las encuestas de intención del voto; porque la sentencia es que el ‘alfarismo’ trabajará en su propia fuerza, y buscará ser el fiel de la balanza -como expresión política- para el triunfo durante las próximas elecciones federales en nuestra entidad, en alianza formal o informal (lo que sea más provechoso), con cualquier partido o grupo político que satisfaga las expectativas (‘del alfarismo’).

En ese pragmatismo singular que le caracteriza, no descarta a nadie. Tampoco estará maniatado a una dirigencia nacional, a una encuesta o estudio de rentabilidad política. Para la sucesión, su prioridad será la cohesión, la seguridad política y la incondicionalidad.
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