En Guadalajara, la crisis de vivienda se ha intensificado en los últimos años. Acusa una combinación de factores que incluyen el incremento desproporcionado de precios, la falta de acceso a vivienda digna, la gentrificación, la especulación inmobiliaria y la ausencia de una planificación urbana sostenible.

El incremento de los precios es el obstáculo principal para el acceso a vivienda en Guadalajara. Según la Cámara Nacional de la Vivienda, en 2023, la vivienda más económica en la capital de Jalisco cuesta alrededor de 1.2 millones de pesos, lo que implica que una persona debería ganar al menos 30 mil pesos mensuales para acceder a ella. Este precio está fuera del alcance de la mayoría de los ciudadanos, considerando que solo el 10% de la población podría aspirar a comprar una vivienda de este tipo. Las rentas en el centro de Guadalajara ascienden a un promedio de 14 mil pesos mensuales por un pequeño departamento tipo “loft”, lo cual limita aún más las opciones de vivienda accesible.

A esta situación se suma el problema de la gentrificación, que perjudica a barrios tradicionales como Santa Tere y el Centro Histórico. La renovación de estas áreas y el aumento del costo de vida desplaza a residentes de larga data, favoreciendo a nuevos habitantes con mayor poder adquisitivo. Al mismo tiempo, la especulación inmobiliaria ha incrementado el precio del suelo, lo que, junto con la ausencia de regulación, permite a inversionistas y desarrolladores adquirir múltiples propiedades y destinarlas al alquiler temporal a través de plataformas como ‘Airbnb’. Este fenómeno, lejos de ser un apoyo para pequeños propietarios, ha convertido a las viviendas en un instrumento de acumulación, reduciendo aún más la oferta disponible para los residentes locales.

La ausencia de una planificación urbana sostenible causa una expansión desordenada de la ciudad hacia la periferia, sin considerar las necesidades de movilidad, servicios básicos y calidad de vida de los habitantes. Este modelo de crecimiento fomenta aún más la dependencia del automóvil y agrava problemas como la contaminación y la congestión vial, en lugar de promover un desarrollo compacto y equilibrado, que aproveche mejor los recursos y el espacio urbano disponible. 
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