El 11 de marzo de 2020, la OMS catalogó como pandemia al SARS-CoV-2. Han pasado casi dos años, y esta enfermedad sigue causando graves estragos a nivel mundial. De forma que, más que una pandemia, el coronavirus ha pasado a convertirse en una ‘endemia’, a la luz de la relevante subsistencia de esta enfermedad en un plano global—temporal que advierte interés y preocupación médica.
Más allá de exponer el contexto actual de esta terrible enfermedad, quisiera detenerme en plasmar los grandes escollos que afronta el Covid-19 para su eventual superación y terminación.
El primero de ellos tendría que ver, sin lugar a duda, con el principio de libertad existente únicamente en regímenes democráticos que afianzan este derecho humano. Lo anterior, porque el Santo Grial más importante que debe imponerse sobre el coronavirus, tiene que ver, ineludiblemente, con la ‘inmunización rebaño’, es decir, con que al menos un 75% de la población decida vacunarse. En países de ingresos altos, poblaciones enteras, aún son considerablemente escépticas y renuentes a la vacunación, en buena medida, por ‘teorías conspiracionistas’ auspiciadas por otra pandemia de carácter informacional: la infodemia. De forma que, actualmente, la economía más grande del mundo, E.E.U.U., tan sólo acredita el 61.6% de la población con un esquema completo de vacunación. Y a nivel global, este porcentaje apenas asciende al 48.4%. Esto es así porque en países democráticos, es un derecho humano oponerse a la vacunación, a pesar de los efectos colaterales que ello genera.
El segundo escollo, tendría que ver con el modelo económico privatista-capitalista. Esto porque en materia de innovación científico-tecnológica, el sistema de patentes es el principio rector del capitalismo. De modo que la ralentizada inmunización, derivada de la escasez de vacunas, en países de ingresos medios y bajos, tiene relación, en principio, con la perjudicial decisión de las cinco mayores empresas farmacéuticas que fabrican las vacunas contra el coronavirus de no querer ‘liberar’, aunque sea temporalmente, sus patentes para que puedan ser producidas a bajo coste y de manera masiva en un buen número de países subdesarrollados. De igual forma, la supeditación del acceso a las vacunas, bajo la supremacista lógica del gran capital, que incide en su pernicioso acaparamiento, ha ocasionado que en países de ingresos medios y bajos fecunden ‘variantes de preocupación’, como lo son la variante Beta y Ómicron detectadas por vez primera en Sudáfrica; o la variante Delta, detectada por vez primera en India. Estas dos últimas apuntan ya a ser las variantes predominantes y de mayor gravedad en el Planeta. De nada ha servido el egoísta acaparamiento de vacunas en ‘países primermundistas’ cuando ‘variantes de preocupación’, que si bien es cierto, registran su génesis en países subdesarrollados —debido a que a una mayor cantidad reproducción del virus, se corren mayores riesgos de mutación—, estas nuevas variantes, en cuestión de semanas, tienen un alcance global que pone en jaque a los sistemas de salud y las economías del Primer Mundo…
De manera que la solución a la pandemia, no sólo tiene un enfoque científico-médico, sino también uno de naturaleza ideológica, en lo político y económico, que es igualmente importante… y el cual sigue, lastimosamente, sin ser discutido.
Mi columna también la puedes leer aquí, en Milenio.