De las medidas adoptadas para paliar los efectos de la pandemia del covid-19 en el Mundo, existe una en particular que divide el consenso en la comunidad científica entre Asia y Occidente: el uso generalizado del cubrebocas entre la población civil. En diversos comunicados, la OMS ha señalado: “no hay evidencia disponible sobre su utilidad para proteger a personas no enfermas”; “las mascarillas no protegen contra el coronavirus”; y “si está usted sano, solo necesita llevar mascarilla si atiende a alguien en quien se sospeche la infección por el 2019-nCoV.”.
La discusión se limita a la nula eficacia que tiene la mascarilla para evitar que sea contagiado quien la usa; pero en absoluto argumentan la importancia que tiene el cubrebocas como método de prevención para la propagación masiva de contagios de aquellos portadores asintomáticos del virus, los cuales representan un porcentaje abrumador respecto del total de personas contagiadas del covid-19, según la regla prevista por los epidemiólogos 80/15/5: el 80 por ciento es asintomático; el 15 por ciento es sintomático, necesita tratamiento y atención médica pues podría sufrir neumonía; y el 5 por ciento tendrá que ingresar a la unidad de cuidados intensivos (UCI) de un hospital. Occidente parece negar los efectos profilácticos del cubrebocas desde un enfoque individualista [no sirve para quien lo usa] –un patrón cultural arraigado en sociedades occidentales–; mientras que la sociedad en países asiáticos –con un colectivismo acentuado– visualizan su importancia desde otra perspectiva: proteger a los demás, con el uso de la mascarilla, toda vez que la comunidad científica internacional coincide en que la principal forma de contagio del coronavirus deriva de la expulsión de gotículas que una persona infectada (asintomática o no) exhala cuando tose, estornuda y habla.
El cubrebocas convencional (tela) tiene protección en un solo sentido: retiene las partículas emitidas por el que las usa. Su finalidad es la de evitar y prevenir la propagación del virus. Puede utilizarlas la población civil. Por otro lado, las máscaras de protección N95 –que debería utilizar el personal médico en contacto con un contagiado de covid-19– tienen protección en un doble sentido: además de contener las gotículas de quien las usa, filtra al menos el 95 por ciento de las partículas de suspensión en el aire. Lo anterior, debe complementarse con ‘goggles’ para asegurar su eficacia entre el personal del sector salud.
Si bien es cierto, el epicentro de la pandemia se registró en Asia, los indicadores dramáticos del coronavirus se encuentran curiosamente en Europa y Estados Unidos. Más aún, ninguno de los países que han logrado reducir el número de contagios y la tasa de letalidad del virus [Japón (2 mil 217 casos confirmados y 66 decesos), Corea del Sur (9 mil 987 casos confirmados y 165 muertes) y Singapur (926 infectados y tres fallecimientos), como ejemplos emblemáticos] pudo recurrir a tiempo a cuarentenas decretadas en todo el territorio nacional. Pero el uso generalizado de mascarillas, parecen explicar en buena medida un éxito que, desde luego, tiene una causal multifactorial [test masivos, sistema de salud, uso de tecnología (aplicaciones, big data, etc.)].
@gabriel_torrese
https://www.milenio.com/opinion/gabriel-torres-espinoza/con-pies-de-plomo/deberia-alentarse-el-uso-de-la-mascarilla