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No, no es lo mismo decidir democráticamente al depositar el voto en una urna, que responder una encuesta como parte de una muestra. Por lo mismo, no confundamos lo que debe decidirse políticamente, con los estudios de valor estadístico de aproximación a la realidad, que miden intención del voto, durante un pasado inmediato. Las encuestas tienen un valor estadístico y un margen de error. Miden un instante que ya ocurrió –del pasado–, y no son estudios que puedan interpretar el futuro, aunque sí marcar tendencia.

Si las encuestas indicaran siempre lo que va a ocurrir en el futuro (si fueran estudios de prospectiva y no de retrospectiva), Felipe Calderón debió declinar en los primeros meses de su campaña presidencial; pues entonces, todas las encuestas favorecían a López Obrador.
Arturo Zamora, quien siempre fue el favorito de todas las encuestas publicadas, debió ser gobernador de Jalisco, pero lo fue Emilio González Márquez.
Bajo la misma lógica, Jorge Arana hubiese sido presidente de Guadalajara, pues llegó a sacar al PAN más de 20 puntos porcentuales de ventaja en las encuestas levantadas por aquel entonces.
Incluso, Enrique Alfaro, el favorito de las encuestas, hubiese sido presidente municipal de Tlajomulco cuando compitió por el PRI, debido a la amplia ventaja que entonces le concedían todas las encuestas realizadas.
También, Hillary Clinton habría terminado como presidenta de Estados Unidos, y no Trump. El movimiento ”Podemos” habría desbancado al PSOE en el parlamento español, y el Brexit británico hubiese resultado un sí, en vez de indicar la salida de Europa.
En Colombia las encuestas indicaban que ganaría el referéndum del sí a la paz, pero no ocurrió. Kumamoto sería el senador de mayoría por Jalisco, y los Wikis no se hubiesen visto en la necesidad de crear un partido. El caso es que las encuestas NO son estudios de prospectiva, mucho menos en materia electoral.
Los periodos que la ley establece para realizar las campañas son, precisamente, para cambiar la percepción de los futuros votantes, al someter a escrutinio de los electores a un partido que postula a un determinado candidato, en un contexto político específico que ninguna encuesta puede emular de manera predictiva.
Los candidatos con los que competirá cada partido, la coyuntura política del país y el ánimo de los electores, NO pueden predecirse con certeza por ninguna encuesta. Por tanto, ninguna encuesta sustituye el legítimo derecho de los electores para decidir quién debe ser su gobernante.
No existe encuesta que pueda predecir la complejidad y características propias de una contienda democrática.
Así que no hay que quemarles incienso, ni rendirle culto a las encuestas. Son valiosas, cierto es, como estudios e insumos para tomar decisiones. Son estudios de investigación que arrojan resultados estadísticos cada vez más recurridos por los gobiernos, partidos y políticos.
Cuando diversas encuestas, que miden el mismo asunto, son comparadas a través del tiempo, puede concluirse que se registra una tendencia que puede ser ascendente o descendente. Tal vez es la conclusión más útil y estadísticamente aproximada que se puede sacar de las encuestas, analizadas en perspectiva y a través del tiempo.
gabriel.torres.espinoza@gmail.com

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