El crecimiento no puede entenderse sin analizar el papel de la economía y las emociones en la política
Desde Europa hasta América Latina, pasando por Estados Unidos, los discursos conservadores han encontrado eco en sectores que, hasta hace poco, parecían esquivos a este tipo de propuestas. El descontento con las élites tradicionales, el impacto de las redes sociales como herramienta de movilización y un discurso que explota el miedo a los migrantes y la agenda woke alimenta esta tendencia.
En Europa, el avance de partidos conservadores resulta innegable. Las elecciones de la Eurocámara en 2024 consolidaron a partidos como “Alternativa por Alemania” (AfD) y las coaliciones “Patriotas por Europa” y “Europa de las Naciones Soberanas”, aunque quedaron fuera de la Mesa del Parlamento, debido al llamado “cordón sanitario” impuesto por los partidos tradicionales. Sin embargo, esta estrategia no ha sido efectiva para frenar su crecimiento. En Alemania, AfD se posicionó como la segunda fuerza política. Su base electoral, en gran parte compuesta por hombres jóvenes, ha encontrado en su discurso antiinmigración y anti-woke una alternativa a la izquierda, que tradicionalmente ha puesto el foco en temas de igualdad y feminismo.
El caso alemán refleja un fenómeno más amplio que también se observa en Francia, con Marine Le Pen, en Italia, con Giorgia Meloni, y en España, con Vox. Con matices, todos estos partidos comparten una línea discursiva similar: la inmigración como una amenaza a la identidad nacional y a la economía, el rechazo a la agenda progresista y una postura escéptica o abiertamente contraria a la Unión Europea. En Italia, Meloni ya gobierna con total normalidad, y en España, Vox se ha convertido en un actor clave en varias elecciones autonómicas.
Estados Unidos, incluso, marca tendencia. La victoria de Trump imprimió un punto de inflexión en la política global. El discurso ‘trumpista’ ha sido adoptado por políticos en otros países, e incluso dentro de la Unión Americana ha encontrado nuevos apoyos en comunidades que tradicionalmente votaban por los demócratas.
El ascenso de Jair Bolsonaro en Brasil y de Javier Milei en Argentina, responde a un patrón similar. La propuesta de un enemigo común —el socialismo, el feminismo, el globalismo— y el uso de las redes sociales para movilizar a sectores descontentos. El crecimiento de estas fuerzas políticas no puede entenderse sin analizar el papel de la economía y las emociones en la política. En Europa, la crisis migratoria ha sido utilizada para alimentar el miedo y justificar políticas más restrictivas. En América Latina, la desigualdad y la precarización han servido como combustible para discursos que prometen destruir el sistema, para reconstruirlo desde cero.
La combinación de redes sociales, los discursos radicales, crisis económica y miedo, ha creado el escenario perfecto para la multiplicación de la base de apoyo de los partidos de corte conservador.
POR GABRIEL TORRES