La libertad de prensa se ha vuelto incómoda porque todavía incomoda, pues desnuda abusos

En América Latina, el periodismo no sólo informa, incomoda. Y por eso, en una peligrosa inversión democrática, se ha convertido en el blanco predilecto del poder. Durante la 81 Asamblea General de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) se presentó un informe que confirma lo que muchos ya intuíamos. Que la libertad de prensa se encuentra en declive acelerado. No se trata de una crisis coyuntural, sino de una ofensiva estructural.

Desde Argentina hasta Estados Unidos, pasando por Colombia, México, Perú y Venezuela, el patrón se repite con asombrosa sincronía. Gobiernos democráticamente electos que estigmatizan a periodistas, criminalizan la opinión, condicionan el financiamiento de los medios y utilizan el aparato judicial como instrumento de censura. Ya no es necesaria la represión directa, ahora basta con el descrédito sistemático, las demandas intimidatorias judiciales y el ahogo económico de la inversión pública.

Javier Milei ha elevado el ataque a los medios a política de Estado. En Colombia, Gustavo Petro lanza acusaciones sin pruebas; en Perú, se incita al linchamiento simbólico. En México, el acoso judicial se normaliza mediante figuras como “violencia política de género” o demandas por daño moral.

Se denuncian 51 casos de acoso judicial sólo en el primer semestre del año, con episodios notorios en Campeche, Sonora, Jalisco, Veracruz, Nuevo León y Coahuila. Mientras tanto, los gobiernos aseguran respetar la libertad de prensa, pero mantienen reglas discrecionales para asignar publicidad oficial, favoreciendo a medios afines y castigando a los que ejercen un periodismo crítico.

El informe de la Sociedad Interamericana de Prensa retrata un continente donde ejercer el periodismo se ha vuelto un acto de resistencia. En El Salvador, Nicaragua, Cuba y Haití, el desplazamiento forzado de periodistas, la censura digital y la autocensura se han convertido en el nuevo ecosistema informativo. En Venezuela, más de 80 sitios de noticias permanecen bloqueados, y decenas de trabajadores de prensa están encarcelados.

No es coincidencia que el Índice Chapultepec de Libertad de Expresión haya marcado apenas 48.12 puntos de 100 posibles en 2024. Tampoco sorprende que 22 de los 28 países evaluados por Reporteros Sin Fronteras hayan registrado retrocesos. La libertad de prensa se ha vuelto incómoda porque todavía incomoda, pues desnuda abusos, revela tramas de corrupción, y confronta los discursos oficiales.

Proteger al periodismo es proteger la democracia. Allí donde se silencia a la prensa, florece la propaganda; donde se persigue la crítica, se impone la mentira. La Sociedad Interamericana de Prensa lo resume con claridad: la libertad de prensa sigue siendo el barómetro más preciso de la salud democrática del continente. Y hoy, ese termómetro marca fiebre.

POR GABRIEL TORRES
Prof. e investigador en la Universidad de Guadalajara
@GABRIELTORRESES