Mucho ha avanzado el conocimiento científico sobre la enfermedad del coronavirus desde que, en marzo de 2020, la OMS decretara la pandemia. Actualmente, a nivel global, la variante ómicron se encuentra detectada en el 58.5% de los casos confirmados —para así convertirse en la cepa dominante—, y la delta en el 41% de los casos —cuando el año pasado constituyó el 96% de los casos en el planeta—.
Afortunadamente las teorías ‘negacionistas’ y ‘conspiracionistas’ de la vacuna han ido perdiendo el debate. Lo anterior, porque en todo el mundo, más del 90% de los vacunados no desarrollan algún cuadro grave de la enfermedad: es decir, que requieran hospitalización o el ingreso a una unidad de cuidados intensivos. Desde luego, el hecho de estar vacunados no significa una prevención total de la infección, lo que los especialistas han denominado como ‘inmunidad esterilizadora’. No obstante, ello podría explicarse por la constante proliferación de nuevas ‘variantes de preocupación’ para las que aún no se encuentra actualizada la vacuna. Con independencia de lo anterior, lo que sí han acreditado todas las vacunas es que tienen una alta eficacia para prevenir un cuadro severo y, por supuesto, la muerte por covid.
Estudios recientes han encontrado lo que se ha dado en llamar el fenómeno de ‘super inmunidad’, que consiste en la recepción de dos tipos de vacunas [AstraZeneca y Moderna, p. ej.] y el contagio, previo o posterior a la vacunación, por el virus SARS-CoV-2. Aunque todo indica que la ‘super inmunidad’ resulta mayor o menor dependiendo la edad del paciente y el contexto de comorbilidad preexistente. Por esta razón es que países como Israel, Chile, Reino Unido y Alemania ya han considerado una cuarta vacuna en su población vulnerable, a efectos de afianzar la ‘súper inmunidad’ entre ellos.
Es importante destacar la acreditada seguridad de las vacunas en menores de edad. Esto es especialmente importante porque, en muchos países con un ‘bono demográfico’ alto, resulta difícil alcanzar la tan anhelada ‘inmunidad rebaño’. En este tenor, resalta el caso de China, que ya está vacunando a niños mayores de tres años contra el coronavirus. España, Estados Unidos, Uruguay, Chile, Dinamarca, Canadá, por ejemplo, ya lo hacen con niños de cinco años de edad en adelante. México, sin embargo, ha mostrado reticencia a ello, aunque ya se ha aprobado la vacuna Pfizer para adolescentes de 12 a 17 años de edad, entre quienes padezcan algún cuadro de comorbolidad, y de 15 a 17 años en general —debido a resoluciones de la justicia mexicana—. Sin embargo, parece que esta renuencia será pronto superada, tanto por la evidencia científica y la práctica internacional como por la creciente demanda de la sociedad: de acuerdo con Statista (Nov/2021), el 87% de los padres de familia mexicanos señalan estar ‘totalmente de acuerdo’ o ‘algo de acuerdo’ con vacunar a sus hijos menores de edad.
Finalmente, ha quedado cada vez más en evidencia lo fútil que resulta el gel antibacterial o los tapetes sanitizantes para prevenir el contagio por coronavirus. De forma que los factores que maximizan o minimizan la posibilidad de contagio tienen que ver con el uso de cubrebocas, el aforo registrado en un espacio, el tiempo de estadía en él y la ventilación.
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