Por fin la presa El Zapotillo tiene visos de concreción ante la intervención directa del presidente de la República. Aunque, hasta hace poco, parecía ser el más emblemático retrato de un sinfín de proyectos fallidos en materia hídrica para Jalisco —por comprehender, a la fecha, una inversión superior a los 30 mil millones de pesos—, el oficio político del Jefe del Ejecutivo Federal rompió con las perniciosas inercias de una deplorable gestión que nos retrotrae a las postrimerías del siglo pasado:

I) Los decretos presidenciales que, en cada sexenio, desde Ernesto Zedillo, establecían nuevos derechos de extracción del volumen de agua sobre el río Verde, para cuatro entidades federativas [Aguascalientes, Guanajuato, Zacatecas y Jalisco];

II) Los abruptos e inacabados cambios entre los beneficiarios de la represa [en principio eran solo Los Altos y León; y, a la postre, se incluyó al AMG], además de la alteración en los respectivos porcentajes del vital líquido que recibirían de ella [en sus inicios, fue, a todas luces, una obra hecha para abastecer prácticamente de agua a León, toda vez que éste extraería el volumen máximo de agua que la Federación le concedía sobre el rio Verde, pero a través de un embalse construido en Jalisco y que, además, inundaría a tres pueblos jaliscienses, a pesar de que tan sólo el 7% de la superficie de la Cuenca Río Verde pasa sobre territorio guanajuatense];

III) Las variaciones en la altura de la ‘cortina’ de El Zapotillo [de 80 a 105 metros]; y

IV) Un sinfín de amparos que suspendían intermitentemente las obras de construcción, la altura de la ‘cortina’ y su eventual operación.

Todo ello ocurrió en 26 largos años —un cuarto de siglo—, para asentarse sobre el embalse un caótico alud de problemas, como pocos se han visto. Desde luego, no puede obviarse, la disposición del gobernador de Jalisco para resolver, de una vez por todas, el destino de una represa, que parecía ser el más costoso ‘elefante blanco’ del que se tenga registro en la entidad —y quizá también del país—. Por su parte, el Jefe del Estado hizo uso de su más afinada y ‘aceitada’ habilidad: la ‘política de aproximación’, para así anteponer la conciliación sobre la imposición, entendiendo que, en la vida pública, más que vencer, hay que convencer. Fue así como la ‘política de aproximación’ armonizó las consignas innegociables de dos posicionamientos altamente polarizados. De forma que entrará en marcha la operación de la presa para abastecer de agua al AMG, pero sin inundar los pueblos de Temacapulín, Acasico y Palmarejo, estableciendo para tales efectos todas las medidas de seguridad con el cabal consenso de los afectados.

Por el momento, Conagua trabaja conjuntamente con los habitantes y defensores de estos tres pueblos que, adicional a las ‘compuertas automatizadas’ propuestas por el Gobierno Federal, han propuesto la construcción de un vertedor en «U» sobre la cortina de la presa para evitar su desfogue [como el que tienen los lavaderos de los hogares], para con ello reducir al máximo los riesgos de inundación ante un torrencial extraordinario de agua en las inmediaciones, conforme a la solución que han planteado por expertos en hidráulica e ingenieros de la Universidad de Delft en los Países Bajos.

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