Imagen/Anáhuac
Las dos candidatas y el candidato a la gubernatura han confirmado su participación al cuarto y último debate televisado. Como declaró ayer el rector general de la Universidad de Guadalajara, “todavía están en deuda los candidatos. Yo quisiera ver más propuestas, menos ataques, queremos saber qué van a hacer con Jalisco… yo creo que todavía nos falta subir un poquito el nivel y ya espero verlo en el último debate”. Hasta ahora no ha ocurrido ni un contraste de ideas y posturas políticas que resulte útil, ni tampoco iniciativas de gestión pública que expliquen su viabilidad y tengan algún sentido lógico. Incluso, de cómo sería el gobierno con cada perfil de los contendientes (¿quiénes serían algunos de sus colaboradores, por ejemplo?).
Los debates televisados han jugado un peculiar rol en la formación de opiniones y decisiones electorales en todo el mundo. Influyen en la percepción que el público tiene de los candidatos y sus propuestas. Desde los históricos debates entre Abraham Lincoln y Stephen Douglas en 1858, hasta el debate de 2020, entre Joe Biden y Donald Trump, que cautivó a 73 millones de televidentes. La historia de los debates políticos refleja una evolución constante en formatos y estilos. El surgimiento de los debates televisados en América se dio en 1960 con el histórico encuentro entre Richard Nixon, vicepresidente republicano, y John F. Kennedy, senador demócrata. Esta serie de cuatro debates marcó un antes y un después en la política estadounidense.
El debate entre Jimmy Carter y Ronald Reagan, en 1980, estableció un récord de audiencia con 80.6 millones de televidentes. Los candidatos respondían preguntas directas en un formato que incluía réplicas y afirmaciones finales. En 1992, el debate entre George Bush, Bill Clinton y Ross Perot introdujo el formato “Town Hall”, en el que los candidatos respondían preguntas de electores no comprometidos. Este formato fue utilizado nuevamente en el segundo debate entre John McCain y Barack Obama en 2008, con una audiencia de 69.9 millones. En 2016, el debate entre Hillary Clinton y Donald Trump rompió todos los récords de audiencia, con 84 millones de televidentes. Además, hubo 17.1 millones de interacciones en Twitter de 2.7 millones de personas.
Desde 1987 en Estados Unidos se estableció la ‘Comisión sobre Debates Presidenciales’ (CPD) para patrocinar debates y realizar investigaciones educativas relacionadas con ellos. Desde entonces, la CPD ha patrocinado debates en cada elección presidencial desde 1988. Estos debates, de 90 minutos, cuentan con un moderador principal y panelistas que plantean preguntas directas a los candidatos, quienes tienen tiempo para responder y replicar.
En México, el primer debate televisado para una elección presidencial se realizó el 12 de mayo de 1994. Participaron Ernesto Zedillo, candidato del PRI; Diego Fernández de Cevallos, del PAN; y Cuauhtémoc Cárdenas, del PRD. Mientras que en Jalisco, en 2006, se organizó un debate el 14 de junio con la participación de Oliva de los Ángeles Ornelas Torres, de Alternativa; Arturo Zamora Jiménez, del PRI; Emilio González Márquez, del PAN; Enrique Ibarra Pedroza, del PRD-PT; Antonio Jaime, de Convergencia; y Fernando Espinoza de los Monteros, de Nueva Alianza.
A la luz de los debates realizados en Jalisco durante el 2024, donde el contraste de ideas y definiciones políticas ha estado ausente, es legítimo cuestionarnos si en realidad estamos listos para debatir políticamente en televisión y radio. Las y él candidato han quedado a deber en presentar propuestas coherentes, explicadas con datos y fuentes. Hasta hora más bien han recurrido a declaraciones generales sin sustancia. Lugares comunes, en los que incluso ¡los tres coinciden!
Además, los debates han carecido de un auténtico ‘contraste’ de posturas políticas, para identificar claramente las diferentes capacidades entre los candidatos, trayectorias y evaluar sus argumentos para tomar decisiones informadas. Lo que ha originado discusiones puramente ofensivas, cargadas de mofas grotescas y vulgares, hirientes y misóginas; mismas que, no ayudan al elector a discernir entre opciones políticas para formar el gobierno de Jalisco. Tal vez es hora de, efectivamente, subir el nivel de la discusión pública.
https://www.milenio.com/opinion/gabriel-torres-espinoza/con-pies-de-plomo/estamos-listos-para-subir-el-nivel-del-debate