El cierre del año 2023 marcó en Chile un momento crucial en la presidencia de Gabriel Boric. Nuevamente se ha rechazado una propuesta de texto constitucional. Fracasó el principal proyecto del gobierno de Boric y el símbolo de cambio que el joven mandatario intentó en varias ocasiones, en una nación que todavía vive a la sombra de su pasado dictatorial. El rechazo reiterado a la nueva constitución en Chile, no es solo un revés para el gobierno de Boric, sino un reflejo de las divisiones de una sociedad que aún busca su identidad posdictadura.
La propuesta de una nueva Constitución en Chile no es un tema reciente, ni exclusivo de Gabriel Boric. Se remonta a las intensas protestas ocurridas en 2019, que exigían cambios radicales en el marco legal, político y social del país. Estas demandas se tradujeron en un plebiscito en el año 2020, donde casi el 80% de los votantes apoyó la idea de una nueva Constitución. Sin embargo, en un país aún marcado por las muchas cicatrices de su historia política, la búsqueda de consenso parece ser un desafío mucho mayor, que la redacción en sí misma de un nuevo texto constitucional.
La forma, determinó el fondo. El proceso de redacción fue descuidado, ahondando divisiones y reduciendo consensos. Michelle Bachelet, expresidenta de izquierdas, declaró que votaba en contra, porque dijo, “prefiero algo malo que algo pésimo”. Entre las razones para votar en contra de la nueva Constitución estuvo la inconformidad general con el proceso de redacción y con las propuestas incluidas en el texto. Esta opinión fue compartida por una parte significativa de la población, lo que sugiere que existía una sensación de falta de representatividad en las propuestas de la nueva Constitución.
Tras este rechazo reiterado, la decisión de Boric de no impulsar más un nuevo constituyente, deja a Chile en otra controversia. Por un lado, persiste la Constitución vigente, que es un vestigio de un pasado autoritario. Por el otro, las demandas de cambio y reforma siguen latentes en la sociedad chilena. Así las cosas, hoy surgen nuevas interrogantes sobre el futuro político y social del gobierno en Chile, y sobre cómo un país profundamente dividido y polarizado, puede encontrar un consenso hacia la necesaria reforma y el progreso.
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