La Inteligencia Artificial (IA) –entendido como el sistema de patrones que emula el aprendizaje, la memorística, la cognición y la lógica humana– evoluciona de manera vertiginosa. No obstante, la IA no es precisamente un concepto nuevo: el origen convencional se remonta a 1963 con la invención de la ‘Máquina de Turing’, ideada por el matemático británico Alan Turing.
Debe decirse que el avance tecnológico de la IA no siempre ha experimentado una proyección de crecimiento constante y ascendente. Antes bien, estas vicisitudes se aprecian como una larga sucesión de ‘veranos’ [periodos de auge y alta expectativa] e ‘inviernos’ [en donde explota la burbuja especulativa sobre ella]. Hasta ahora se tiene registro de tres ‘veranos’ (1956-1973, 1981-1987 y 2012-¿?) que se han caracterizado por la desmesurada publicidad de su potencial [ciencia ficción, p. ej.] y un desmedido financiamiento hacia la IA. Por otro lado, estos se han acompañado de dos largos inviernos (1974-1980, 1988-2011), que inician cuando sus bondades tecnológicas no han sido alcanzadas, para observarse prácticamente nula su subvención. El famoso ‘Test de Touring’ –que parte de deconstruir la habilidad que tiene una máquina para hacerse pasar de manera inadvertida por un humano en términos de su comportamiento racional– podría decirse que fue superado en 1997, cuando el ordenador de IBM, ‘Deep Blue’, le ganó una partida de ajedrez al entonces campeón del Mundo, Garry Kaspárov –también considerado uno de los mejores en la historia en este juego–, toda vez que el ajedrecista ruso denunció comportamientos unívoca y distintivamente humanos durante el juego en ciertos movimientos [denunciando la intervención humana acompañada del cálculo potencial del ordenador]. No fue así, sin embargo, lo particularmente cierto de todo esto es que esta máquina ‘engañó’ al mejor ajedrecista al emular razonamientos tácticos propios de un humano.
En todo caso, el actual ‘verano’ de la IA –iniciado en 2012– ha traído consigo diversos paradigmas cada vez más sorprendentes: generación de lenguaje natural, reconocimiento inteligente de imagen y voz [en teléfonos inteligentes], asistentes virtuales [Siri, Alexa, p. ej.], chatbot, big data, sugerencia inteligente de contenidos [Netflix, YouTube, p. ej.], aspiradoras inteligentes, vehículos autónomos [Tesla, p. ej.], machine learning y deep learning. En efecto, la IA ya no se encuentra limitada o circunscrita a las novelas y a las películas de ciencia ficción, sino que se aprecia omnipresente entre nosotros. Ahora, gracias a la IA, a través de ciertas aplicaciones, podemos consultar y buscar información específica, en tiempo real, al momento de consumir una serie o película: conocer el reparto de ella [a través de un reconocimiento facial de los personales] y en qué otros contenidos fílmicos han participado; además de reconocer la música y sonidos de ésta; dónde comprar la ropa o complementos con los que salen los personajes; y descubrir localizaciones, paisajes o comida vista en estos contenidos audiovisuales. Más en TVMorfosis, este 3, 4 y 5 diciembre, desde la Expo Guadalajara, en el marco de la FIL.
https://www.milenio.com/opinion/gabriel-torres-espinoza/con-pies-de-plomo/inteligencia-artificial-en-contenidos-audiovisuales