Los discursos oficiales señalan que Jalisco es un polo de la innovación y el desarrollo, y que Guadalajara es una Ciudad Creativa y Digital. Pues bien. El 31 de enero de 2012, el ex presidente Felipe Calderón anunció oficialmente que Guadalajara fue elegida sede para convertirse en Ciudad Creativa Digital (CCD). Entonces se proyectó que CCD tuviera una inversión aproximada de 15 mil millones de dólares a largo plazo y que requeriría de un monto de 10 mil millones de pesos para su construcción total, al ocupar 380 hectáreas en la zona del Parque Morelos. Asimismo, se contempla que CCD generaría 30 mil empleos en 10 años y 15 mil empleos especializados en 15 años. La CCD detonaría la apertura de 550 nuevos negocios creativos en la zona.

Al 7 de diciembre de 2016, el proyecto es más discurso, que realidad. Los funcionarios balbucen elocuentes arengas sobre la Ciudad Creativa y Digital, que en los hechos no es tal. El problema reside en que de este proyecto sigue sin entenderse, en absoluto, lo que significa alentar, acompañar y ejecutar empresas creativas. Quienes están al frente de esta idea estratégica, continúan sin concebir que la creatividad no se expresa con ladrillos y cemento. Que la zona metropolitana de Guadalajara sea, efectivamente, una ciudad creativa, implicaría que se apoyara a las empresas dedicadas a ejecutar proyectos creativos y digitales: Animación, Cine, Televisión, Videojuegos, Postproducción, etc. Pero resulta que desde hace cuatro años, los incentivos para las empresas creativas de Jalisco, a través de CCD, son inexistentes. Así que la Ciudad Creativa y Digital ha sido muy mal comprendida por quienes quieren obtener de ella la nota fácil. Anuncian edificios, que en el mejor de los casos terminarán siendo oficinas públicas o vivienda.

Las industrias creativas de Jalisco definitivamente no son alentadas por Ciudad Creativa Digital (CCD). El fideicomiso de CCD prefirió regresar el dinero al INADEM, antes que apoyar el portafolio de proyectos que permitió a Jalisco obtener esos recursos federales. Desde agosto, que hubo cambio en el fideicomiso, existe un discurso, pero NO disposición en los hechos. Nada, absolutamente nada ha salido para apoyar propuestas creativas y digitales en Jalisco. De seguir la actual inercia, este gobierno terminará invirtiendo centenas de millones en edificios sin ningún vocacionamiento creativo (pero quedándose la tajada del moche). Verdaderos elefantes blancos, como el Chapala Media Park, para el que se pronunciaron las más elocuentes peroratas, y que hoy se cae a pedazos por la incompetencia de quienes están como responsables de administrarlo (dejan que entre el ganado para que se coma el pasto). Un monumento a la ineptitud de esos que ahora pretenden que un inmueble construido en un terreno público, cedido por el Ayuntamiento de Chapala, edificado con recursos federales y locales, pase a ser propiedad privada de una Asociación Público Privada, dirigida por los empresarios al servicio del poder, especialistas en apropiarse del patrimonio público de formas ingeniosas. La nueva moda son las Asociaciones Público Privadas para financiar, con recursos públicos, negocios particulares. Así que ese inmueble que se dijo sería uno de los más importantes de Latinoamérica para la producción audiovisual, es hoy una ruina viviente que simboliza la ineptitud y la red de complicidades para hacer negocios al estilo Jalisco: donde pierde el patrimonio público, para que ganen los vivales pseudo empresarios.

De tal forma que el nombre de este proyecto tan cacareado por el gobierno, bien podría llamarse Ciudad Inmobiliaria y Digital. Un nombre que refleja en verdad la prioridad de los que lo dirigen, que es construir e inaugurar edificios (sobre todo esto). Se trata de edificar, para llevarse la jugosa comisión, el moche. Precisamente por ello, al frente de este proyecto no hay una persona que entienda la importancia que tienen para Guadalajara las empresas dedicadas a la creatividad. No obstante, son de las empresas creativas, que CCD NO apoya, de las que luego se cuelgan en el gobierno, para asentarse el inmerecido autoelogio de: «innovadores y digitales». Puro cuento…

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