Ayer se registró formalmente la coalición de los partidos MC, PAN y PRD, para elecciones las locales de Jalisco. El acuerdo contempla 74 municipios y 11 distritos electorales. Según lo dicho ayer por el coordinador del Partido Movimiento Ciudadano, los naranjas encabezan 27 municipios y 6 distritos. El Albiazul podrá encabezar 24 municipios y 4 distritos. A su vez, el PRD lleva mano en 16 municipios y dos distritos. MC y PRD registran candidaturas comunes en cinco municipios. El PAN y el PRD van juntos en otros dos. La presentación de estas candidaturas comunes parecen beneficiar, en principio, al PRD y al PAN, quienes por cuenta propia difícilmente habrían obtenido los mismos resultados que en un acuerdo en donde el grueso de los votos los aporta hoy el movimiento alfarista.
De esta forma se impuso la disciplina panista nacional sobre los ímpetus locales que pretendían competir sin aliados en la elección local, sobre todo después de que Enrique Alfaro desdeñó la posibilidad de llevarlos en alianza a la gubernatura. La resistencia del Comité Estatal del PAN a una coalición parcial a diputados y munícipes, también se explica a partir del interés de palacio de gobierno por evitar una alianza, justo, en dónde no hay pacto: en la elección a diputados y presidentes municipales, que es desde donde se pretende administrar la derrota, al mantener un número de activos suficiente para incidir de forma determinante en las decisiones de Jalisco en los próximos seis años. Finalmente, la tradición de acatar las decisiones del Comité Nacional albiazul terminaron por replicar en Jalisco parte de los acuerdos que a nivel nacional animan el Frente, en donde la joya de la corona para MC es Jalisco. Una mala noticia para el arranque del 2018, especialmente para esos que oficiosos del PRI, que como siempre, confiaron en que con dinero y sobornos lograrían disuadir en Jalisco algo que, a nivel nacional es un acuerdo firme, que está por demostrar aún su rentabilidad.
Parecía un contrasentido que mientras estos partidos tienen un acuerdo para competir juntos en las elecciones federales, en Jalisco, con elecciones concurrentes, decidieran ir por separado. Así que el partido dirigido desde el gobierno enfrentará su peor escenario debido, en buena medida, a su entreguismo. Sus pactos y cálculos inconfesables se vienen abajo, justo por que han dejado de vender futuro, de cultivar activos, de creer que pueden ganar. Este 2018 deberán enfrentar las consecuencias de esa búsqueda a cualquier precio de impunidad, a través de acuerdos que se vienen abajo, uno a uno. Entre el dinero y el poder, escogieron el dinero… ahora retener el poder les resulta, obvio, cada vez menos probable. Cosechan lo que han sembrado.
Así arranca el año 2018, con una elección atípica en Jalisco, en donde el PRI y el PAN son cómplices, uno por omisión y otro por desesperación. Mientras a nivel nacional se perfila una elección de tercios muy competida, en Jalisco, la inercia llevará la contienda a un resultado previsible, que difícilmente será modificado. El asunto es que los votos de Jalisco pueden ser la diferencia en una elección nacional que apunta a definirse por menos de cinco puntos porcentuales. Aunque la dinámica de la competencia en Jalisco es, en efecto, atípica, los problemas del gobierno federal son comunes con los del gobierno de Jalisco. Sus principales pasivos son también la inseguridad y la corrupción -impune-, corregida y aumentada durante un sexenio que apostó por el olvido, por la protección política y la tolerancia a la corrupción, para reproducir en mayor escala los errores de sus antecesores y encubrir los grandes fraudes en el IPEJAL (con Chalacatepec, al que incluso este año le dedican más recursos públicos) en el IPROVIDE, en el Seguro Popular (para eso llegó Petersen), en Iconia, en la Ciudad Judicial, en el Congreso de Jalisco… Ese gran pacto de impunidad construido desde las más altas esferas, puede derrumbarse sobre sus promotores con los resultados electorales de Julio, como gran moraleja a la falta de determinación para protagonizar la alternancia por la que la gente votó, hace más de cinco años. Para construir una buena evaluación se requieren de varios años… Para destruirla, únicamente una semanas.