El endeudamiento de los municipios en Jalisco es un reflejo preocupante de las finanzas públicas locales, donde la capacidad de gestionar los recursos de manera sostenible parece estar comprometida. Guadalajara y Zapopan destacan entre los cinco municipios más endeudados del país, con deudas que ascienden a 1,117 y 934.5 millones de pesos, respectivamente. A esta lista se suman Tlaquepaque y Tonalá, consolidando a Jalisco como una de las entidades con mayor concentración de deuda municipal. Estas cifras no solo representan un peso financiero inmediato, sino que también comprometen recursos futuros al destinar una proporción significativa de los ingresos municipales al pago de obligaciones, dejando escaso margen para inversión en infraestructura, servicios básicos o programas sociales que impulsen el bienestar de la población.

La situación es particularmente crítica en municipios como Tonalá, donde el 72.2% de las participaciones federales están comprometidas para cubrir deuda, o Tlaquepaque, con un 68.1% de afectación presupuestal. Estas cifras son el reflejo de administraciones que, lejos de adoptar estrategias financieras sostenibles, recurren al endeudamiento como una salida fácil para problemas estructurales. Esta práctica no solo perpetúa la precariedad financiera, sino que hipotecan el desarrollo de futuras generaciones al reducir los recursos disponibles para nuevas inversiones.

Aunque el endeudamiento puede ser una herramienta útil en tiempos de crisis, su mal uso resulta en una carga desproporcionada que estrangula el crecimiento económico y social. Jalisco cuenta con municipios cuya deuda supera sus ingresos, como Zapotlán el Grande y Tonalá, lo que deja poco espacio para nuevas inversiones y los coloca en una situación de vulnerabilidad extrema. 

El problema no radica únicamente en el nivel de deuda, sino en su destino. La falta de transparencia y planeación estratégica en el uso de estos recursos perpetúa el rezago en lugar de reducirlo. El endeudamiento mal planificado compromete no solo la estabilidad presente, sino también el desarrollo futuro, hipotecando a comunidades enteras y perpetuando ciclos de dependencia financiera.

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