En Jalisco, las cifras relacionadas con la desaparición de personas no son un fenómeno aislado, y entre las víctimas se encuentran elementos de las corporaciones de seguridad estatal y municipal. El Registro Estatal de Personas Desaparecidas documenta 15,372 casos, de los cuales una preocupante fracción corresponde, precisamente, a policías. Estos números revelan una tragedia que no solo afecta a las familias de los elementos desaparecidos, sino que denota un entramado de omisiones gubernamentales, complicidad y la creciente influencia de la delincuencia organizada.

El número de policías desaparecidos se disparó durante los últimos seis años en un 113.3%, en comparación con el sexenio de su predecesor (Jorge Aristóteles). En este periodo (2018-2024), se documentaron 45 desapariciones de policías, de las cuales 24 siguen sin resolverse, 20 elementos fueron localizados sin vida y solo uno fue hallado vivo. Este incremento exponencial es alarmante, y evidencia la precariedad de las estrategias para proteger a los agentes de seguridad que, paradójicamente, se enfrentan al peligro de desaparecer o morir mientras intentan resistirse.

La falta de protección a policías, especialmente a aquellos involucrados en operativos de alto impacto, es una de las principales causas de estas desapariciones. Muchos agentes han sido víctimas de amenazas por parte de grupos delincuenciales al combatir de forma directa o indirecta las actividades ilícitas que dominan la entidad. El presidente del colectivo ‘Unidos por la Seguridad’, señala que gran parte de las desapariciones están relacionadas con represalias por contrarrestar a estos grupos, ya sea mediante acciones operativas o investigaciones.

La infiltración de la delincuencia organizada en las corporaciones de seguridad agrava la problemática. Anuar García, presidente de ‘SOS Jalisco’, advierte que la falta de depuración en los cuerpos policiacos permite que prevalezca la “ley de plata o plomo”, un esquema de coerción que obliga a los agentes a colaborar con los criminales bajo la amenaza de muerte. Este contexto no solo sitúa en riesgo a los policías, sino que perpetúa un círculo vicioso de corrupción y violencia, que es difícil de erradicar.

La desaparición de la policía municipal de Guadalajara, Virginia Muñoz González, ilustra con crudeza la indiferencia de las autoridades ante esta problemática. El 3 de abril de 2021, hombres armados irrumpieron en su domicilio en la colonia Oblatos y, frente a sus cuatro hijos menores de edad, la sacaron por la fuerza. Desde entonces, su paradero es desconocido.

A los familiares se les prometió apoyo económico y becas para los niños, pero estas promesas se quedaron en el olvido. Ni siquiera recibieron atención psicológica. Este caso refleja un patrón de negligencia institucional hacia los familiares de los policías desaparecidos, quienes terminan enfrentando su tragedia en soledad. Miguel Ángel Herman señala que, al igual que los policías desaparecidos, sus familias también ‘desaparecen’ ante los ojos de las autoridades.

El riesgo para los policías no se limita a un área específica, aunque la Zona Metropolitana de Guadalajara es uno de los focos principales. Municipios como Quitupan, Mazamitla, Lagos de Moreno, y Santa María de los Ángeles, también han registrado casos de desaparición frecuente. En el último, dos policías municipales desaparecieron en agosto de 2024, siendo además integrantes de la comunidad wixárika. La Fiscalía estatal asegura estar realizando operativos de búsqueda, pero las familias siguen sin respuestas.

El caso de los policías desaparecidos y asesinados en Jalisco no solo evidencia la vulnerabilidad de los agentes frente al crimen organizado, sino también la incapacidad de los gobiernos para garantizar su protección. La falta de depuración en las corporaciones, el abandono de las familias de los uniformados, y la inacción legislativa, contribuyen a perpetuar un sistema que coloca a los policías en una encrucijada: colaborar con el crimen o enfrentarse a la desaparición o la muerte. Esta indiferencia perpetúa el miedo entre los policías en activo, quienes saben que, en caso de enfrentar un destino similar, sus familias quedarán completamente a la deriva.


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