Es un hecho que, los automovilistas, han pasado a convertirse en el principal centro de acometida de un falaz discurso pro ambiental, con el claro objeto de imponerle, cada vez más, mayores cargas fiscales. Ello, porque con base en datos de la Semarnat (2018) y el Imeplan (2021), los automóviles tan sólo contribuyen con el 3.79% de la emisión total de contaminantes que condicionan la calidad del aire en la metrópoli. Como botón revelador de muestra, vale la pena destacar lo siguiente: tan sólo en el Área Metropolitana de Guadalajara (AMG), los “restaurantes y sitios de asados al carbón” emiten, al año, 314 toneladas de material particulado menor a 2.5 micras —que, de acuerdo a la OMS, es el más perjudicial para la salud—, lo que representa un 40% más respecto del que despiden la totalidad de los automóviles particulares del AMG, según consta en el estudio Desarrollo de un inventario integrado de Emisiones de Contaminantes Criterio y Gases y Compuestos de Efecto Invernadero, de mayo de 2021, y publicado por el Imeplan.
Por otro lado, también es cierto que el automovilista se ha hecho acreedor a una carga fiscal y tributaria que resulta excesiva, y que parte de la errática y simplista idea de que, los automovilistas, no son más que una suerte de acaudalado o magnates. Ello se confirma, p. ej., con un ‘refrendo vehicular’, que no es otra cosa que un pago anual relacionado con el derecho de circulación de un automotor ¿o entonces, que es ese pago por el ‘refrendo’? En las 16 entidades federativas que no se establece algún tipo de ‘tenencia vehicular’, como ocurre aquí en Jalisco, ha pasado a imponerse una suerte de ‘tenencia verde’, eufemísticamente denominada “Jalisco Respira” en nuestra entidad.
Esto porque, en economía, se conoce bien que los ingresos tributarios del Estado persiguen tres fines: i) inhibir prácticas perniciosas (p. ej. IEPS al cigarrillo o a bebidas alcohólicas); ii) atemperar desigualdades (p. j. ISR progresivo); y III) el netamente recaudatorio. El quid del asunto radica, desde luego, en establecer si la finalidad de la verificación vehicular es inhibir prácticas perniciosas, o bien, si se trata de una política netamente recaudatoria. Veamos.
¿La verificación vehicular inhibe la práctica de comprar o usar el automóvil como medio de transporte? NO. De acuerdo con cifras oficiales, en los últimos 10 años, se duplicó el parque vehicular particular en la Ciudad de México (CDMX), incluso, a pesar de dos programas: el “Hoy No Circula” —vigente desde 1990—; y el programa de verificación vehicular más añejo y arraigado del país —que nació en 1989—.
Ahora bien, ¿la verificación vehicular auspicia una mejor calidad del aire? NO. De acuerdo con datos oficiales, mientras que, en 2018, en el AMG se registraron 105 días con calidad buena del aire; en la CDMX, durante ese mismo año, apenas se contabilizaron 89 días con esta favorable condición atmosférica. El ejercicio comparativo, en términos socioeconómicos, resulta totalmente válido: el Índice de Desarrollo Humano (IDH) es prácticamente homogéneo entre la AMG y la CDMX —0.82 y 0.83 respectivamente—, que son las áreas geográficas que las ‘estaciones de monitoreo de calidad del aire’ evalúan. Ahora bien, habría que asumir en consideración que, en 2018, allá se tenían en operación 12 Líneas de Metro; mientras que, aquí en Jalisco, apenas se tenía una Línea y media de Tren Eléctrico [la Línea 2, es una Línea trunca; y la Línea 3 se inauguró en 2020]. Adicional a ello, en la CDMX se registraban un total de siete Líneas de BRT en funcionamiento, en esas fechas; mientras que, en nuestra entidad, tan sólo se tenía una Línea [Macro Periférico inició operaciones en 2022]. Allá, además, existen dos programas consolidados en este tenor: “Hoy No Circula” y la verificación vehicular.
Todo lo anterior, nos permite concluir que, a todas luces, la verificación vehicular ni acredita propiciar -un solo día- una mejor calidad del aire; ni mucho menos desincentiva el uso del automóvil. Se trata, entonces, de un programa netamente recaudatorio y, también, de un burdo negocio con particulares, como lo documentó ampliamente esta semana la investigación publicada por el diario El Informador.
Mi columna la puedes encontrar aquí, en Milenio Jalisco.