México está en una encrucijada. El lavado ya no es un problema silencioso
La economía mexicana convive con una realidad incómoda: la presencia, cada vez más descarada, del lavado de dinero como una estructura paralela que corroe instituciones, distorsiona mercados y pervierte incluso actividades consideradas nobles, como el deporte. No se trata de una exageración retórica, sino de un diagnóstico sostenido en datos. Tan solo en 2024, la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) impuso cerca de 800 multas por deficiencias en prevención de lavado de dinero, por un total de 216.2 millones de pesos, cifra que supera por 162% las sanciones aplicadas un año antes.
El endurecimiento de las medidas tiene un detonante claro. El gobierno de Estados Unidos ha decidido catalogar a los cárteles de la droga como asociaciones terroristas. Esta decisión, que no es menor ni simbólica, modifica las reglas del juego para las instituciones financieras mexicanas. Ahora, no sólo está en juego su reputación, sino su existencia misma. No prevenir, no detectar, no reportar… puede costarles la licencia para operar.
Las Sofomes, bancos, casas de bolsa y centros cambiarios están en la mira. Las primeras concentran 43.8% de las multas impuestas en 2024, en gran medida por omisiones básicas. No reportan operaciones relevantes, no cuentan con sistemas automatizados de detección de movimientos inusuales o, simplemente, no identifican a clientes que mueven cantidades superiores a los mil dólares. ¿Negligencia o complicidad? La línea es delgada, y cada vez más difusa.
Y en paralelo, hay otro frente igualmente preocupante. El uso de empresas fantasma y redes criminales que se valen de adultos mayores —beneficiarios de pensiones o programas sociales— para montar esquemas de facturación falsa. El SAT, lejos de protegerlos, comienza a tratarlos como si fueran empresarios evasores. Aquí, la víctima termina convertida en sospechoso.
La firma Deloitte lo advierte con claridad. Las instituciones, incluyendo las deportivas, deben actualizar sus protocolos, auditar flujos de efectivo y capacitar a su personal para detectar señales de alerta. La inacción ya no es opción. Y menos ahora que Estados Unidos ha dejado abierta la posibilidad de bloquear líneas de crédito para México ante organismos multilaterales como el FMI o el Banco Mundial.
Hoy, el país está ante una disyuntiva crucial. Toma en serio la lucha contra el lavado de dinero, con voluntad política, coordinación institucional y firmeza regulatoria, o seguirá siendo rehén de un sistema financiero paralelo que fortalece al crimen y debilita al gobierno. México está en una encrucijada. El lavado ya no es un problema silencioso. Las consecuencias de la permisividad o complicidad, pueden ser tan profundas como prolongadas. La cirugía ya no puede postergarse. El paciente está en la mesa, y el reloj, corriendo.
POR GABRIEL TORRES
PROFESOR E INVESTIGADOR EN LA UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA
@GABRIELTORRESES