Primero. En términos político-electorales, existe gran diferencia entre una ‘candidatura’ (legal) y una ‘aspiración’ (extra legal). Las candidaturas, como la tierra, son de ‘aquellos que las trabajan’. Es la persistencia, y hasta cierto punto, la autenticidad, lo que crea a un perfil competitivo. Enrique Alfaro, por ejemplo, cultivó durante doce años un perfil singular con miras a Casa Jalisco, como alcalde de Tlajomulco y de Guadalajara, y no accedió a que dentro de MC se le disputara esa aspiración; porque, además, él era el liderazgo más rentable. Entonces, ¿a qué se tiene que esperar Lemus?

López Obrador trabajó años para la obtención de tres candidaturas para la Presidencia de la República, hasta conseguir el triunfo en 2018. Lula da Silva perdió tres elecciones presidenciales (1989, 1994 y 1998), hasta que, en la cuarta ocasión, alcanzó su victoria en 2002. Hoy regresó democráticamente al poder.

Lo que se le reclama a Lemus, por expresar su aspiración -sustentada en su nivel de aceptación-, es en todo caso, la aplicación insosteniblede las ‘reglas no escritas’ de un partido hegemónico superado, en donde la máxima fue: “el que se mueve no sale en la foto”. Precisamente tenían que “esperarse los tiempos” para poder ser “ungidos” por el jefe máximo… mediante el ‘dedazo’. En elecciones de pluralidad, ocurre lo contrario: quien no se mueve, es quien no sale en la foto. Eso sí, los que se deben reservar ‘tapados’, son los que, sin tener los méritos (Esquer, por ejemplo), ni los activos propios (no es el caso de Lemus), deben esperar un favor para aspirar a ser, lo que por derecho no corresponde.

Segundo. ¿Qué Lemus renunció a ser un factor de unidad? Otro testimonio conciso del más añejo autoritarismo, que sacralizó el litúrgico cumplimientode preservar la “unidad” del partido —que otorgaba las ‘candidaturas de unidad’—. La “unidad”, como ‘conquista’, no es más que un fetichismo útil en partidos hegemónicos, autoritarios o restrictivos de las más elementales libertades para la competencia democrática.

Tercero. Se le objeta a Lemus que la arrogancia, mata. ¿Arrogancia? Acaso no le dijo Esquer, a Lemus, en carta pública, “‘que no se le olvide a Pablo que este movimiento se trata de una sola persona’, te dijo directamente el Gobernador”. La popularidad de Lemus, ¿no es suficiente? ¿ni criterio para la nominación del partido?, pues necesita de la ‘estructura electoral’ [otra conocida perorata del modelo hegemónico de sectores y organizaciones], los alcaldes, los diputados y los regidores para llegar a Casa Jalisco. Es decir, ¿las autoridades electas son las que garantizan el voto, cuando eso es exactamente un delito electoral? En el pluralismo, es la aceptación de los electores, medida en encuestas, lo que encarna un insumo para calcular la rentabilidad de las precandidaturas. También, es la ‘aprobación’ de los gobiernos, registrada en sondeos de opinión, lo que define, en buena medida, su permanencia o su dimisión—en países parlamentarios— y su reemplazo (juicio político, moción de censura, p. ej.) o reelección en países presidenciales que así lo permiten —la mayoría—.

Cuarto. Se le critican a Pablo Lemus los bandazos o inconsistencia discursiva. ¿No fue Alfaro quien, siendo alcalde de Tlajomulco, lo declaró “territorio libre”? Y ¿no fue el mismo Alfaro quien buscó y cerró un acuerdo con líderes de la Universidad, para la elección de 2018? ¿No es Alfaro quien condenaba la deuda contraída por el gobierno de Aristóteles, para luego, ser el gobernador que más endeudó a Jalisco?

Incluso, Alfaro es quien, en 2020, reconocía a la FIL y a su presidente en su discurso de inauguración, y el mismo que, en 2022, orquestó una ‘contramarcha’ contra la FIL. Prometió no inundar Temacapulín, como candidato, aunque como gobernador, intentó hacer todo lo contrario (y no pudo). Se opuso a Iconia, como candidato por Guadalajara, y después, como alcalde, aprobó ilegalmente un “convenio modificatorio al convenio de asociación” para justificar y legalizar el fraude de estos “desarrolladores”. Igual con las Villas Panamericanas.

La mejor defensa de Pablo Lemus a sus detractores, fuera y dentro del MC, es la empatía – guste o no- que sostiene con los jaliscienses. Los números son su mejor activo, y eso es justamente lo que debe preservar un político en estos tiempos de competencia: a sus votantes. Empatizar con los electores de Jalisco, a Enrique Alfaro ya no le preocupa ¡nada! Justo ahí, la divergencia en las prioridades.

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