A partir del registro único de Pablo Lemus como aspirante a candidato de MC, se discute si es un ‘candidato de unidad’ o simplemente el único que se registró. Flaco favor le hacen a Pablo si lo presentan como el ‘candidato de unidad’. Esta figura surge en el contexto del autoritarismo, o en régimen de partido hegemónico, como fue el del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en México durante la mayor parte del siglo XX. El ‘candidato de unidad’ denota un proceso de selección controlado por la cúpula en el poder. Este proceso es evidentemente menos transparente y democrático, y tiene como propósito mantener el control de la élite gobernante sobre el aparato político y sobre los resultados electorales.

El nombre es, en sí mismo, una figura retórica, que pretende suavizar o adornar una expresión que resulta ofensiva, desagradable o tabú. La utilizan para referirse a algo que es humillante por autoritario, mediante un término más admisible o menos franco, con el fin de no herir las susceptibilidades de la militancia del partido y mostrar el ‘dedazo’, con mejor tacto. Así, a la mera imposición, resulta mejor nombrarla ‘candidatura de unidad’, para enunciar de manera más benévola algo que es controvertido por negativo, si se retratara de forma directa y precisa.

Las candidaturas de unidad ocurren para centralizar la capacidad de las bases y de los militantes para influir en la elección de su representante, lo que es un rasgo característico de los sistemas autoritarios. Así las cosas, la selección de un candidato de unidad implica la ausencia de una competencia interna para ser candidato. En un sistema democrático, se espera que haya primarias o algún tipo de contienda que permita a los miembros del partido decidir quién debe representarlos. La falta de una competencia interna limita la renovación de liderazgos y fortalece la decisión unipersonal del jefe político.

De forma que, el ‘candidato de unidad’, es un remedo mal logrado de la práctica conocida como “el dedazo”, donde el presidente o gobernador (desde la época del PRI) “señalaban” al sucesor, en una mera manifestación de autoritarismo, de patrimonialismo político antidemocrático. Esta selección ‘a dedo’, se hace para evadir un proceso abierto, y suele ser aceptada sin objeciones, lo que refleja un poder vertical para el que no existen contrapesos.

De forma que la ‘candidatura de unidad’ simboliza, en esencia, la ausencia de democracia interna en un partido político o sistema de partidos. Descubre, básicamente, la imposición de la cúpula del partido sobre las legítimas aspiraciones de quienes deseaban contender por la misma candidatura. Evidencia la paradoja de que los partidos nacen para hacer posible la democracia, pero son precisamente ellos, los encargados de obstaculizarla. La práctica del ‘candidato de unidad’ comenzó a ser vista, desde hace décadas, como un símbolo de resistencia al cambio y de la falta de renovación política dentro del PRI, en decadencia… Además, la designación de ‘candidatos de unidad’ expone una desconexión entre las bases del partido y sus líderes.

La figura del ‘candidato de unidad’, se ha utilizado para mantener el ‘statu quo’ y con ello evitar cambios significativos en la estructura de poder del partido y, por extensión, del gobierno. Esto apunta únicamente a una decisión autoritaria, pútrida, donde se perpetúan las mismas élites y se mantiene el mismo control político sin permitir la participación democrática. Esta “unidad”, es apenas la fachada que pretende ocultar el autoritarismo, y la falta de inclusión de voces plurales, diferentes, dentro de un partido. Es un instrumento para suprimir el derecho al disenso, al no permitir que otros liderazgos compitan con el candidato designado.

No perdamos de vista que, cuando el PRI fue el partido dominante en México, la designación de los ‘candidato de unidad’ dejó un impacto negativo directo en la democracia del país. A partir de la transición a la democracia y la alternancia política en México, la selección de candidatos se exige, obvio, más abierta y participativa. Aunque, lamentablemente, el legado de esta práctica autoritaria aún influye en la cultura política de los partidos, y gobernantes.

https://www.milenio.com/opinion/gabriel-torres-espinoza/con-pies-de-plomo/lemus-es-un-candidato-de-unidad