La Universidad de Guadalajara es, por obligación y convicción, la institución que más ha respaldado al Gobierno de Jalisco durante la gestión de la pandemia. De hecho, buena parte del reposicionamiento de la imagen del gobernador Enrique Alfaro, durante la primera mitad del 2020, se debe a la colaboración estrecha que sostuvo con la Mesa de Salud, y con la Máxima Casa de Estudios para adoptar las medidas que las cifras y los médicos indican. Luego vino la solicitud del crédito por 6 mil 200 millones de pesos (un monto sin precedentes y sin proyectos claros), bajo el argumento de mitigar los efectos de la pandemia.

Se aprobó la deuda (sin tener claro para qué), y la relación cambió. La colaboración se tornó en molestia y las prioridades, una vez que el crédito se votó, cambiaron para empujar a relajar las medidas de contención. Apenas hace unos días, el gobernador colocó a su derecha al rector general durante una rueda de prensa en la que dio a conocer los términos de un regreso a clases, muy a tono del Presidente. El rector general fue claro en que la Universidad definiría sus tiempos y criterios, con base en los datos y las cifras que indica la Mesa de Salud. La Universidad difiere, y días después viene lo que acertadamente ha definido la diputada Mara Robles, como un ‘albazo’.

Desde el Ejecutivo se elabora un escrito para que, un grupo de legisladores lo firme y lo envíe al Poder Ejecutivo, como ‘petición’. Como lo advirtió la legisladora, los ‘conejos le tiran a las escopetas’: los diputados elevan a consideración del gobernador escritos sin debate previo, incluso para recortar ilegalmente el presupuesto que ¡ellos mismos aprobaron! para una universidad autónoma, durante el mes ocho del año. Una decisión ilegal e ilegítima. Pero como era necesario buscar excusas, se argumentó que el recorte al presupuesto del Museo de Ciencias Ambientales, sería para la construcción de un hospital, también gestionado por la propia Universidad. Es decir, que las ‘voces oficiales’ digan que se debate entre un ‘museo o un hospital’.

El recorte fue arbitrario y significa una violación a la autonomía presupuestal de la Universidad. Especialmente cuando quedó en evidencia que hay más de 300 millones disponibles del crédito, que aún no tienen destino. Representa una revancha, con el disfraz de petición legislativa. Deja en evidencia la ausencia de independencia del Poder Legislativo y el abandono de los equilibrios democráticos en Jalisco. También es testimonio del estilo peculiar de gobernar. Premio o castigo. Sumisión o conflicto. No hay derecho a diferir en Jalisco.

Se declara que “confía en que la Universidad no se preste a ser rehén de ningún interés personal, porque la Universidad es mucho más que cualquier persona” ¿?. Entonces bien, ¿cómo es que la construcción del museo especializado en Ciencias Ambientales de México, que se edifica en Jalisco, podría ser el interés de ¡una sola persona!?

Lo que transcurre es una enorme intriga. Un propósito mayor, que aún no se devela. Una animadversión personal, cuidadosamente cultivada con un gobernador, conocido por su carácter colérico. Una maniobra quirúrgicamente inducida, para convenientemente responsabilizar a una sola persona, de las decisiones de una Institución.

Mi columna la puedes encontrar aquí, en Milenio.