El regreso de Donald Trump al poder de la presidencia del país más poderoso del mundo, plantea un panorama incierto para México, particularmente en el contexto de las relaciones bilaterales y las dinámicas económicas que han definido a ambos países. La retórica de cambios arancelarios, restricciones migratorias y un enfoque combativo en política exterior, representa un desafío significativo para México, cuyas exportaciones dependen en un 77 por ciento del mercado estadounidense, según el Observatorio de Complejidad Económica del MIT. Más allá de las implicaciones comerciales, el impacto en el ámbito migratorio se proyecta como uno de los mayores puntos de tensión.

La postura del presidente Trump hacia México, caracterizada por un tono coercitivo y políticas que privilegian un enfoque unidimensional, evidencia su inclinación por replantear acuerdos previamente establecidos, como el T-MEC, con el objetivo de renegociarlos bajo condiciones aún más ventajosas para Estados Unidos. Este enfoque, podría obstaculizar el crecimiento económico de entidades como Jalisco, cuyo sector empresarial depende estrechamente del comercio con su vecino del norte. Con un 68 por ciento de las exportaciones de Jalisco dirigidas a Estados Unidos, las políticas proteccionistas de Trump, incluyendo la imposición de aranceles, podrían encarecer insumos clave del sector automotriz y afectar la competitividad de las más de 400 empresas.

En el ámbito migratorio, las amenazas de deportaciones masivas y la posible renovación del programa ‘Permanecer en México’, evidencian un endurecimiento en las políticas que ya han generado tensiones económicas. La intención de Trump de deportar un número significativamente mayor de personas durante su administración, aunque ambiciosa, no deja de ser alarmante, no solo por el costo económico —estimado en 88 mil millones de dólares anuales—, sino también por el impacto social en estados fronterizos y en regiones receptoras de migrantes como Jalisco. Ciudad Juárez, Coahuila y Tamaulipas ya se preparan para un incremento en el flujo de personas deportadas, con pronósticos de colapso en albergues y un aumento en la vulnerabilidad de los migrantes a delitos como el secuestro. En Jalisco, aunque se ha asegurado que “las puertas están abiertas” para los deportados, las declaraciones carecen de un plan estructurado que garantice una integración efectiva en el ámbito laboral y social.

Organismos como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han alertado sobre el posible retroceso que significarían políticas como las deportaciones masivas y la militarización de las fronteras. Estas medidas, además de fomentar una relato de exclusión y criminalización, amenazan con desmantelar los avances logrados en derechos humanos y salud pública a nivel global, posicionando a México en una posición delicada frente a la presión estadounidense.

En este contexto, Jalisco se perfila como un actor clave en la estrategia para enfrentar los efectos de las decisiones del nuevo gobierno del presidente Trump. Sin embargo, el optimismo del sector empresarial, que anticipa un aumento en inversiones y exportaciones hacia 2025, podría verse truncado por la incertidumbre que genera el retorno de una política proteccionista en Estados Unidos. La falta de claridad en los planes de contingencia para la posible llegada de migrantes deportados, así como los riesgos latentes en sectores estratégicos como el automotriz, subrayan la necesidad de una estrategia estatal más proactiva y menos reactiva.

Frente a este escenario, México debe fortalecer su posición negociadora, diversificar sus mercados y, sobre todo, prepararse para resistir las embestidas de un socio comercial cada vez más impredecible y con fuerte determinación de modificar y ampliar sus ventajas. Más allá de los discursos, el país enfrenta la oportunidad de replantear su relación con Estados Unidos. La nueva realidad de las relaciones bilaterales con Estados Unidos no puede depender de relatos discursivos ni de retóricas incendiarias. Requiere un análisis profundo de las oportunidades y retos que este nuevo escenario plantea, priorizando la cooperación estratégica sobre las confrontaciones ideológicas. 


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