La reforma constitucional energética de Peña Nieto, de 2013, prometió el saneamiento de las finanzas públicas de Petróleos Mexicanos (Pemex); el aumento sostenido en la producción del crudo nacional; y, también, mejores precios en la gasolina, derivado de las constantes fluctuaciones de su costo internacional, conforme a la cotización del barril de petróleo en el mercado global que, por cierto, en aquel entonces acusaba una clara tendencia a la baja en el futuro inmediato —por lo menos—. Pero, a todas luces, ocurrió exactamente todo lo contrario.
Desde la fecha de fundación de Pemex, el 7 de junio de 1938, por el general Lázaro Cárdenas del Río, esta empresa del Estado Mexicano ha estado caracterizada por una deplorable administración, que se ha venido acentuando en los últimos 40 años, debido también a la corrupción que prevaleció en esta empresa productiva del Estado.
En la reciente comparecencia del director de Pemex, Octavio Romero, ante la Cámara de Diputados, todo ello fue develado. Al respecto, no obstante, habría que agregar lo siguiente:
Es preciso destacar que Pemex se constituye como una de las 10 empresas más endeudas del mundo, al situarse en la novena posición a nivel global —siendo, además, la única del ‘top 10’ que pertenece al sector petrolero—. Peor aún, si se considera su ‘deuda ajustada’, que contempla variables como las pensiones de sus trabajadores, se ubica como la segunda empresa más endeudada, con 189 mil millones de dólares en pasivos. Con relación a ello, sus obligaciones financieras crecieron en un 113% en ‘términos reales’ de 2009 a 2019, al pasar de 631 mil millones de pesos a los 2 billones de pesos respectivamente. Esto es particularmente riesgoso debido a las constantes reducciones en las calificaciones crediticias que recibe Pemex año tras año, toda vez que, como sostiene el IMCO (2019), “puede convertirse en el emisor corporativo de bonos basura o sin grado de inversión más grande del mundo”.
Las ‘pérdidas netas’ de Pemex son cada vez más gravosas. Mientras que en 2013 registró pérdidas por 171 mil millones de pesos (mmdp), en 2020 el grotesco monto ascendió a 481 mmdp. Es decir, creció en un 181% su déficit en tan sólo cinco años. Lo anterior, a pesar de las cuantiosas inversiones que se le han inyectado. Como revelador botón de muestra, si bien el año pasado (2020), el Gobierno Federal invirtió 1.1% del PIB en estímulos económicos para sortear los efectos de la pandemia, el apoyo a Pemex proyectado para este año será del 1.4%. Un auténtico ‘barril sin fondo’.
La producción de petróleo crudo, ha descendido dramáticamente en los últimos años: Pemex pasó de producir poco más de 3 millones de barriles diarios en 2007 a reportar 1.7 millones de barriles del ‘oro negro’ por día en 2020.
Además, la corrupción en Pemex ha sido devastadora, mostrando icónicos personajes como Romero Deschamps y Emilio Lozoya —que, según investigaciones de la FGR, cobraba a 50 mil dólares la cita a inversionistas y contratistas sin compromiso de nada—. Iberdrola con Calderón, Odebrecht con Peña Nieto, son otros emblemáticos ejemplos de lo anterior. No por nada, la Encuesta de Delitos Económicos 2015, realizada por PwC, reportó al sector energético como el segundo más corrupto de la economía mexicana.
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