Ayer se formalizó lo que todo el tiempo fue evidente. Bajo un mecanismo diseñado para que se resolviera lo que desea el presidente: ¡es Claudia! Los suspirantes morenistas dispusieron del 19 de junio al 27 de agosto para realizar “asambleas informativas” y socializar sus propuestas; sin embargo, estuvo ‘prohibido’ descalificar al resto de los contendientes y -algo que ninguno cumplió- el uso de recursos públicos para publicidad. Entre el 12 y hasta el 16 de junio debieron renunciar a sus cargos públicos. Finalmente, el 30 de agosto y el 4 de septiembre, se aplicaron las encuestas.

Fue ayer, 6 de septiembre, que se presentaron los resultados que -definieron con anticipación- serían “inapelables”. Los aspirantes se comprometieron a aceptar resultados, pero podrían impugnar. Ayer mismo, Marcelo Ebrard inició la ruta para controvertir un proceso que él mismo validó, bajo un procedimiento que dista definitivamente de algún tipo de democracia interna. Una encuesta es, simplemente, un estudio estadístico de aproximación a la realidad. No obstante, la nomenclatura de Morena validó el procedimiento, y con ello, el método de decisión. Sale sobrando llamarse ahora sorprendidos.

Morena asignó 5 millones de pesos que “provendrían del gasto ordinario del partido, y que solo debería destinarse a gastos de viáticos, transporte, alimentación y hospedaje y para financiar logística de eventos. Ante lo que resulta un claro acto anticipado de campaña, el Instituto Nacional Electoral (INE) apuntó que “fiscalizará los gastos conforme a las fechas que le corresponden, pues estos recursos provienen del financiamiento ordinario del partido”: “Ni los ve, ni los oye”. El 16 de junio de 2023, la Comisión de Quejas y Denuncias del INE aprobó por ¡unanimidad de votos! el Acuerdo ACQyD-INE-104/2023. En su resolutivo tercero estableció, entre otras cosas que “los discursos y mensajes que realicen no deberán contener directa y explícitamente llamados expresos al voto en contra o a favor de persona o fuerza política alguna”.

‘Buendía’, ‘Demotecnia’, ‘Mercaei y Heliga’: fueron las firmas contratadas por Morena para levantar su ‘encuesta presidencial espejo’, misma que realizó el Centro de Estudios Estadísticos (CES) de Morena. Las ‘empresas’ y el partido aplicaron, al menos, 12 mil 500 cuestionarios en vivienda a nivel nacional, entre el 30 de agosto y el 4 de septiembre, para entregar el resultado —que será ‘inapelable’— ayer 6 de septiembre. El Comité de Morena eligió a las encuestadoras mediante un sorteo, de entre las que propusieron cada uno de los propios aspirantes, el pasado 17 de agosto. El levantamiento de la encuesta ocurrió entre muchos aprietos. Incluso, la dirigencia morenista autorizó que el ejercicio se extendiera un día más, hasta el 4 de septiembre.

Pero hoy ya es oficial, Claudia Sheinbaum Pardo resultó ganadora de la ‘encuesta presidencial espejo’, por lo que se perfila a ser nominada, en tiempo y forma, como la candidata presidencial de Morena para el proceso electoral presidencial de 2024. La empatía del presidente fue la clave durante todo el proceso. Los susurros de que Marcelo Ebrard podía ser el candidato de la oposición –el supuesto rompimiento– pesó desde el inicio y estará hasta el siguiente lunes. Será, en todo caso, su carta de negociación.

Ebrard se duele del proceso. No obstante, él conocía que elegir un candidato mediante encuesta puede tener ventajas, ya que permite obtener una perspectiva sobre la preferencia de la población en un momento determinado. Sin embargo, también sobrelleva riesgos, como la posibilidad de manipulación o sesgo. Los encuestadores desde luego influyen en los resultados. Además, las preferencias de los votantes pueden cambiar, debido a sucesos políticos, escándalos, campañas negativas u otros factores que son impredecibles. Pero, lo más importante, se puede advertir que la elección de la candidata se basó únicamente en encuestas, y no supone mayor participación específica como proceso democrático. No obstante, resulta oportuno recordar una de las célebres frases de Margaret Thatcher: “No es el consenso, sino la lucha, lo que fortalece. Y si no seguimos las reglas de nuestro propio partido, ¿qué legitimidad tenemos para gobernar?”.

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