La infraestructura es, en teoría, una herramienta para el desarrollo social y económico. Pero cuando su planeación y ejecución se distorsionan por intereses, opacidad contractual y una alarmante falta de previsión técnica, deja de ser una solución para convertirse en un síntoma. El caso de la Línea 4 del Tren Ligero en Jalisco es ejemplar. No como modelo de movilidad, sino como espejo de la disfuncionalidad administrativa que se pretende disfrazar de modernidad.
Desde su concepción, la Línea 4 ha transitado entre el triunfalismo oficial y la realidad técnica. Planeada para estar lista en el primer trimestre de 2025, la obra –de apenas 21 kilómetros y 9 estaciones– no estará concluida sino hasta octubre, en el mejor de los casos. Así lo admitió el secretario de Transporte, Diego Monraz, quien responsabilizó a “obras complementarias no previstas”. La pregunta que asoma es inevitable: ¿cómo es que una obra de tal envergadura arranca sin tener concluido el proyecto ejecutivo? La respuesta está en el discurso oficial, que confunde velocidad con eficacia, y propaganda con planeación.
El propio consorcio constructor solicitó, en al menos tres convenios modificatorios, una extensión del plazo para entregar el proyecto ejecutivo, acumulando 523 días adicionales. Increíble pero cierto: las obras comenzaron en 2022 sin contar con planos, especificaciones, ni sistemas definidos. Una práctica que bordea la negligencia, pero que en Jalisco parece normalizada cuando hay una inauguración por presumir.
El costo financiero no es menor. El presupuesto original, de 9 mil 725 millones de pesos, ya fue rebasado. Se estima que superará los 14 mil millones, un sobrecosto cercano al 50%. El compromiso de pago total asciende a 21 mil 538 millones de pesos, es decir, el 75.5% de toda la deuda pública que dejó el gobierno anterior. Y todo para una línea que aún no tiene lista su estación más compleja, Las Juntas, ni fecha clara de operación. Mientras tanto, el Congreso no ha recibido petición formal de una nueva prórroga. La ley del silencio parece más efectiva que los decretos.
El incremento en los costos de la Línea 4 no es un simple ajuste por inflación, sino un reflejo directo de la improvisación y la falta de rigor en su planeación. Rebasará los 14 mil millones, sin que exista una explicación pública clara ni una auditoría detallada del sobrecosto. El consorcio constructor ha operado con márgenes de ambigüedad contractual que permiten ampliaciones sucesivas sin rendición de cuentas. Este encarecimiento del 50% convierte a la Línea 4 en un ejemplo de ‘caja negras presupuestal’.
El pretexto de las autoridades ha sido el derecho de vía compartido con el tren de carga. Sin embargo, esta condición era sabida desde el inicio. Lo que no estaba previsto –según alegan– eran dos pasos a desnivel con un costo adicional de 2 mil 700 millones de pesos. Este tipo de “sorpresas” solo evidencian una alarmante falta de estudios previos, o peor aún, un diseño deliberado de contratos flexibles para permitir ampliaciones millonarias bajo justificaciones técnicas a modo.
Pero la Línea 4 no es el único caso. La Arena Guadalajara, construida sobre un predio en comodato por hasta 90 años, ha enfrentado también aplazamientos por falta de materiales y mano de obra. Más allá de su inauguración pospuesta –ahora para abril de 2025–, el proyecto ha desplazado equipamientos públicos como el Hospital de la Mujer y afectado servicios esenciales como la Cruz Verde Mario Rivas Souza. ¿Es esta la ciudad que se quiere mostrar al mundo durante el Mundial de 2026?
A poco más de un año del evento deportivo, las obras de infraestructura urbana avanzan a contrarreloj. Más de 225 mil millones de pesos serán invertidos, según estimaciones. Sin embargo, como advierte Bernardo Baranda del ITDP, los plazos no cuadran con los ritmos de ejecución. Lo urgente desplaza lo importante, y el espectáculo se impone sobre la planeación.
Jalisco enfrenta un reto mayor: dejar de construir promesas y empezar a cumplirlas. La infraestructura no debe ser propaganda. Debe ser legado. Y hoy, la Línea 4, la Arena Guadalajara y los megaproyectos viales no lo son. Son apenas recordatorios de lo mucho que se invierte, y de lo poco que se planea.
https://www.milenio.com/opinion/gabriel-torres-espinoza/con-pies-de-plomo/tren-al-desfalco