Foto: Multimedios

Los dos problemas más sentidos para los mexicanos son la inseguridad y la corrupción. La primera aumenta debido a la actividad creciente de grupos criminales dedicados al narcotráfico, con toda su cadena de delitos colaterales, de mucho mayor impacto. Mientras que la corrupción construye el espacio idóneo para que la inseguridad se multiplique y los delitos se alienten, básicamente debido a un sistema de procuración e impartición de justicia, altamente corrupto. Jueces que se justifican por las sentencias injustas que resuelven, dicen ellos, ‘muy apegadas a derecho’. Siguen el debido proceso, para resolver una sentencia que favorezca a narcotraficantes, violadores, homicidas, ladrones, etcétera. Como una respuesta desesperada a los magros resultados, buscamos crear fiscalías especiales para el «combate a la corrupción», cacareadamente ‘autónomas’. Seguramente pronto nos sorprenderán con un sistema anti-desaparecidos o con un instituto estatal para la atención a familias de ‘ejecutados’.

Ante la indignación social por la historia de terror revelada sobre los tres estudiantes de cine, comenzará seguramente un movimiento social, absolutamente necesario, que nos lleve a combatir de fondo las causas que abonan a esta terrible circunstancia de violencia deshumanizada que se ha instalado en Jalisco. Es cierto que la política prohibicionista para combatir el narcotráfico ha fracasado en todos los países. Ocurre además, que en Jalisco, la multiplicación exponencial de la violencia es también el resultado previsible de un sistema altamente corrupto de procuración y de impartición de justicia. Hace tiempo que sabemos que en Jalisco, el que la hace, no la paga. Evidencias sobran. Si acaso llegamos a tímidas detenciones de ‘peces menores’ para justificar algunos resultados. NO se aplican castigos ejemplares. Crece el pacto de impunidad y la red de autoprotección entre gobierno y oposición. Reformas cosméticas para salirle al paso…

Los ciudadanos, los policías y los gobiernos (municipales, estatal y federal), más el Ejército Mexicano saben perfectamente, en cada pueblo, quién es el responsable de la ‘plaza’. No se ocupa mucha investigación para conocer los nombres de quienes operan con protección policial los robos, secuestros, extorsiones, narcotráfico y son responsables del incremento exponencial de las ejecuciones y desapariciones. Las cosas llegaron a un punto en que la autoridad de los gobiernos (subrayo el plural) está suplantada por la que impone el crimen (ese sí bien) organizado. Prácticamente todas las policías municipales y estatal evidencian un grado mayor o menor de infiltración. El poder corruptor del dinero del narcotráfico, más un ‘sistema’ de ‘derecho’ que opera en beneficio de la delincuencia, son el caldo de cultivo para la suplantación paulatina de la autoridad en municipios, y estados. Los robos, las deudas y los agravios son castigados por los de la ‘plaza’.

Un movimiento de ‘indignados’ se gesta en Jalisco. Indignados por tantos jueces corruptos que han torcido la ley de amparo para brindar protección a quienes lastiman a la sociedad. Jueces miopes y corruptos que usan el derecho para emitir sentencias injustas. Indignados por que el debido proceso es sólo para quienes disponen de dinero o poder. Encolerizados por la falta de integración profesional de las averiguaciones. Insultados por la falta de coordinación de los mandos policiacos y el ego protagonista de los actores de la clase política que buscan medrar de la tragedia. Enfurecidos por los desaparecidos y los ejecutados, mientras las campañas hablan de temas irrelevantes, que surgen de esa evidente desconexión de nuestra clase política con los verdaderos problemas que carcomen la vida pública y privada de los jaliscienses. Crispados porque el destino de los desaparecidos supera el proceder de los campos de concentración Nazi. Convulsionados por la impotencia de saberse rehenes de policías, autoridades y jueces (otra vez, en plural) que actúan en complicidad con el crimen. Afortunadamente, la indignación ya se organiza para recuperar, a gritos, las ciudades que nos han sido robadas. La iniciativa debe ser, ahora, desde la sociedad.

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