El discurso gubernamental, incauto entusiasta de la verificación vehicular, ha tratado de imponer, en el ‘imaginario colectivo’, la falaz idea de que la mala calidad del aire, obedece, de manera prácticamente unívoca, o, en el mejor de los casos, de modo preponderante, al automóvil(ista), para así esconder, bajo una conveniente perorata ‘pro ambientalista’, la cruda realidad de: i) un obsceno negocio de particulares; y ii) de una política netamente recaudatoria (sacarle cada vez más dinero al ciudadano).
No obstante, la engañifa ‘demonizadora’ del automóvil, que sitúa al automovilista como el ‘villano favorito’ de esta historia, dista mucho de acercarse a la realidad. La (mala) calidad del aire se mide en función de la emisión de los denominados ‘contaminantes criterio’. Ahora bien, los factores que determinan la (mala) calidad del aire se separan de la siguiente manera: i) en fuentes ‘naturales’ o ‘biogénicas’ [producidas por fenómenos propios de la naturaleza]; y ii) fuentes ‘antropogénicas’ [las generadas por el hombre, y en donde entra, entre un sinfín de elementos, el automóvil particular]. Ambas fuentes emiten ‘contaminantes criterio’.
De acuerdo con Semarnat (2018), a nivel nacional, el 51.5% de la emisión de contaminantes —que determinan la mala calidad del aire— tienen como origen a las ‘fuentes naturales’. Ahora bien, respecto de las fuentes contaminantes ‘antropogénicas’, que representan únicamente el 48.5% del total de emisiones contaminantes presentes en el aire, conviene preguntarse ¿qué porcentaje capta o representa el uso del automóvil en la metrópoli? De acuerdo con el estudio elaborado por el IMEPLAN, “Desarrollo de un inventario integrado de Emisiones de Contaminantes Criterio y Gases y Compuestos de Efecto Invernadero”, actualizado a mayo de 2021, en el Área Metropolitana de Guadalajara (AMG), el automóvil emite apenas ¡el 7.83% de los contaminantes antropogénicos! Esto es, el 3.79% del total de emisiones contaminantes del aire en el AMG —con independencia de si su fuente es natural o antropogénica—.
Pero dentro de los denominados ‘contaminantes criterio’, el material particulado que afecta verdaderamente a la salud, tanto pulmonar como cardiovascular de las personas, es el de tamaño PM2,5 —es decir, el inferior a 2,5 micras—. Y, en este indicador, según consta en el mismo estudio, el automóvil particular, dentro del AMG, sólo emite el 2.23% de las emisiones contaminantes antropogénicas, esto es, los automovilistas contribuyen apenas al 1.08% de la contaminación total del aire en el AMG, con independencia de si su fuente es ‘natural’ o ‘antropogénica’ [calidad del aire que miden las 10 estaciones de monitoreo ubicadas en el AMG a través de los ‘puntos IMECA’].
Para efectos reveladores, vale la pena hacer algún par de comparativos con base en información oficial de la Semadet (2020), ¡Tan sólo la industria ladrillera ubicada en el municipio de Tonalá genera más emisiones contaminantes PM2,5 que la que despiden todos los automóviles del AMG al año! Mientras que las primeras —las ladrilleras en Tonalá, nada más— emiten 898.38 toneladas al año de PM2,5;las segundas —todo el parque vehicular-particular del AMG— genera 225 toneladas al año de PM2,5. Como segundo botón, están los restaurantes y sitios de asados al carbón. Estos emiten 314.18 toneladas al año de PM2,5, es decir, un 40% más que todos los automóviles del AMG al año.
Así las cosas, la sanción para quien “contribuye” a la mala calidad del aire en el AMG, maliciosamente, se le recarga únicamente al automovilista, para financiar un ‘fondo verde’ del que es incierto, aún, su destino. El pasado 28 de abril, MURAL publicó que, a través de una solicitud de información, el 1.5% de los ingresos netos de los servicios de taxi a través de plataformas (Uber, Didi, p. ej.), que se han pagado puntualmente como carga impositiva desde 2020 para el beatífico ‘fondo verde’, la Semadet reconoce desconocer su paradero y Hacienda se niega a explicar su uso y/o destino.
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