Mientras en la Ciudad de México la verificación va de salida, justamente por comprobarse que esta medida no consiguió mayor impacto en la disminución la contaminación, en Jalisco se presenta como la gran y enérgica respuesta del gobierno frente al enorme problema de la contaminación del aire. Los sujetos que están detrás del negocio de la verificación dinámica ya se frotan las manos, pues el cliente cautivo llevará un costo que se avizora muy gordo.
El servicio, el precio de la verificación y hasta el holograma traen un sobreprecio muy conveniente. No es sólo que la verificación tenga fines recaudatorios, lo cual es innegable, sino que además detrás de ella se prepara un gran negocio para los vivales que siempre están prestos a coludirse con el poder.
Ayer MILENIO JALISCO dio cuenta de las conclusiones de un grupo de investigadores que señala que esta medida se queda “muy corta”. En síntesis apuntan que “si no incluye aspectos como mejorar la calidad del combustible, migrar gradualmente a combustibles no fósiles, eficientar la circulación de automotores y ofrecer con seriedad alternativas a la movilidad motorizada, terminará como un simple modelo recaudatorio”.
En el tema de la movilidad y el transporte, la autoridad, cada vez que interviene, es para trasladar el costo de los diferentes problemas a los usuarios, por la vía de las multas o de la imposición de procesos inservibles como la verificación, con los cuales se logran muy rentables negocios para los vivales en turno.
Como bien afirmaron los investigadores, “la apuesta por la verificación es muy limitada, genera solo 2 por ciento de baja de contaminación”. Acertadamente identifican que “la contaminación del aire en Guadalajara tiene que ver con la velocidad del vehículo”… no te da el mismo gasto el vehículo en carretera que en ciudad, allá es una velocidad constante, pero la ciudad tiene topes, tiene semáforos mal sincronizados, tiene baches; cuántos vehículos están casi parados y por cuántas horas, eso nos obliga a pensar en una solución desde diversos ángulos y disciplinas”.
Que las calles estén hechas pedazos, que los semáforos no estén sincronizados, que tengamos la ciudad invadida de topes y toda clase de obstáculos para hacer lo más lento posible el tráfico, seguramente que en nada contribuye a la contaminación. Que sostengamos una vergüenza de trasporte público, que los sentidos de las calles sean absurdos y que las rutas de transporte público no resuelvan las necesidades de movilidad, tampoco impactan de forma alguna a la contaminación. Pero lo más sencillo es dejar la sensación que se atiende el problema… ¿Cómo? Fácil, imponiendo una verificación costosa con fines recaudatorios, que a la vez será otro negocio (¿no han hecho suficientes ya?) para los **coyotes que recomiendan empresas y talleres.