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El viernes pasado, el Comité Judicial de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos aprobó los dos artículos de impeachment al presidente Donald Trump: por abuso de poder y obstrucción del Congreso. Se prevé que esta semana, el Pleno de la Cámara Baja del país vecino vote el procedimiento de destitución del primer mandatario. Con relación a esta figura, habría que señalar que, desde 1787, sólo tres Presidentes de los Estados Unidos han sido sometidos al proceso de impeachment : Andrew Johnson, en 1868, que se salvó de ser destituido por apenas un solo voto de los dos tercios necesarios en el Senado; Richard Nixon, en 1974, quien debido a la alta probabilidad de ser destituido por el escándalo de Watergate renunció antes de que se culminara el proceso en el Poder Legislativo; y Bill Clinton, en 1999, acusado por perjurio y obstrucción de la justicia ante el caso de Monica Lewinsky, en el que fue acusado por la Cámara Baja y, posteriormente, absuelto en la Cámara Alta. De llegarse el caso, Donald Trump, sería el cuarto titular del Poder Ejecutivo sometido a este proceso, sin embargo, debido a la mayoría con que cuenta el Partido Republicano en el Senado, es prácticamente imposible que se convierta en el primer presidente de la nación norteamericana destituido mediante un proceso de impeachment. 

Como sucede con muchas de las instituciones político-jurídica que prevalecen hoy día, el impeachment surge en Inglaterra en el siglo XIV [las restantes derivan, casi en su totalidad, del pensamiento político progresista de la Revolución Francesa y de la Constitución norteamericana de 1787]. El primer caso reconocido se registra en 1376, cuando Lord Latime, noble al servicio del Rey, que fue destituido por la vía del impeachment. Hasta las postrimerías del siglo XVII, el impeachment se convirtió en un mecanismo frecuentemente utilizado y eficaz para destituir a ministros, autoridades y consejeros del Rey, toda vez que es en este periodo que el Parlamento británico empezó superponerse sobre el poder de la Corona y, en caso de querer destituir o inhabilitar a una autoridad de alta jerarquía, como un ministro, la figura más idónea para ello fue la moción de censura –convertida a la postre en el mecanismo por excelencia para fincar responsabilidad política y destituir a funcionarios de primer nivel, incluido el Primer Ministro, en un sistema parlamentario–. 
 
Como quiera que sea, este acontecimiento ilustra de ‘cuerpo entero’ cómo es que el Presidente de los Estados Unidos experimenta, a su interior, controles inter-órganos de la mayor importancia: un control jurisdiccional sumamente eficaz, realizado tanto por jueces de la Corte Suprema como de las entidades federativas; y un control político de la mayor importancia, por parte de la Oposición: es la congresista líder de los demócratas, Nancy Pelosi, quien tiene ‘sometido’ a proceso de impeachment al Presidente más poderoso del mundo. 
 
Sin embargo, ese control jurisdiccional y político que experimenta el Presidente de los Estados Unidos al interior, no lo padece en su política exterior, donde ejerce prácticamente un poder hegemónico sin ningún tipo de control.  
 
https://www.milenio.com/opinion/gabriel-torres-espinoza/con-pies-de-plomo/impeachment-posible