Hace un año, todo indicaba que la disputa electoral en Jalisco sería entre el Movimiento de Alfaro y el PRI de Aristóteles. Una disputa acordada, con un ‘round sombra’. El PAN y el PRD trabajaban en construir alianzas con Alfaro. El partido Morena, simplemente no marcaba en Jalisco. Especialmente, porque los partidos de izquierda (lo que sea que eso ahora signifique) no habían logrado construir en Jalisco una base de votantes. Además, debido a la distribución del poder en Jalisco, quienes podrían alentar un voto clientelar (intercambio de servicios y gestiones por sufragios) son justamente quienes encabezaban las más obesas estructuras de los gobiernos. Por un lado Alfaro y MC con los gobiernos de la Zona Metropolitana. Por el otro, Aristóteles, con el Gobierno de Jalisco y una cantidad significativa de distritos y municipios del interior de Jalisco. Para nadie es un secreto que en una entidad con gobierno de extracción priista, el máximo líder del PRI está en el gobierno, no en el partido.
Pero el Revolucionario no pudo convencer -ni a sus propios militantes-, de que realmente deseaba competir… para ganar. El primer priista de Jalisco tomó la máxima distancia posible de la campaña y la competencia, tal vez, sabedor que en el tricolor no surgió un liderazgo que quisiera y pudiera situarse en posición de competir y ganar la gubernatura. Los resultados de sus apuestas fallidas en las elecciones de 2015 lo dejaron ‘atado de manos’. La marca PRI estaba abollada por la terrible imagen del presidente Peña. A nivel nacional y local, los gobiernos priistas no acreditaron combatir la corrupción; la principal razón que alentó el voto de los mexicanos. La inercia PRI de 2012, que le ayudó a Aristóteles, sería ahora una pesada carga, la peor de toda la historia para ese instituto político y sus candidatos. Para la debacle total del PRI en Jalisco influyeron factores nacionales y muchos locales. Un cóctel de elementos que aseguraban una segura y vergonzosa derrota.
Pero en política no existen vacíos. La competencia que el PRI Jalisco no quiso dar, la presentó un partido emergente, con un candidato muy fuerte a la presidencia de la República. Morena llegó a ocupar el vacío que el PRI dejó, en su política de componendas y acuerdos inconfesables. Así que en Jalisco, desde a principios de Enero, la oposición real -con muy pocas posibilidades de ganar, pero real- fue Morena. Montados en la imagen y discurso de López Obrador, Morena llegó para quedarse en Jalisco. López Obrador no desperdició oportunidad para visitar y trabajar el electorado de Jalisco. Andrés Manuel creció lo suficiente para restarle fuerza al puntero de MC, y apunta, desde ya, para ser la oposición real para desbancar a MC de los gobiernos metropolitanos, especialmente si no responden a los compromisos asumidos. La tierra es, ahora, de quien la trabaja… gabtorre@hotmail.com